Viernes 22 de febrero de 2019, p. 3
Estableció su gobierno
el sabio Nezahualcóyotl,
limpio era su corazón,
se decía que dios estaba en su corazón,
dueño de la tinta negra, de la tinta roja.
Otorgó a su pueblo
una justa regla de la vida,
riqueza verdadera,
sus casas de libros de pinturas.
Muy bueno era su destino.
Como si fuera un tolteca
estableció el camino del agua en Chapultepec,
para que entrara en México, Tenochtitlán.
Como si fuera un tolteca
su trabajo fue siempre la toltecáyotl.
Nezahualcóyotl contemplaba.
Se afanaba por conocer
cómo siguen su camino las estrellas,
y declaraba la cuenta de los destinos,
la cuenta de los años.
Se decía
que era sabio de lo que sobrepasa, la región de los
muertos.
Pero el gran señor de Acolhuacan, Texcoco,
era algo más, a todos aventajaba.
De Nezahualcóyotl la palabra,
de Yoyontzin el canto,
palabras divinas, cantos divinos.
En el interior de su corazón
el dador de la vida canta, habla.
De Nezahualcóyotl la palabra
nunca se perderá, nunca se olvidará.
Será nuestra herencia, siempre la guardaremos
en Acolhuacan, Texcoco,
en México, en el mundo.
Escuchad su palabra
con flores, con cantos,
vas pintando tu libro dador de la vida.
En tu pintura
vivimos aquí en la tierra.
Y ahora digamos
con flores, con cantos.
Vas pintando tu libro, Nezahuacóyotl.
Con tu pintura, con tu palabra,
podremos vivir en la tierra.