Opinión
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Tres héroes
E

l viernes en la mañana los historiadores duranguenses Gilberto Jiménez y José de la O pasaron por Gaby y un servidor para lle­varnos a desayunar gorditas al mercado Gómez Palacio, tras lo cual nos dirigimos al panteón, donde bajo una humilde lápida descansa Benjamín Argumedo, fusilado en 1916 a pocas calles de allí, y en cuya rotonda reposan los restos de tres de los jefes de brigada fundadores de la División del Norte: Tomás Urbina, Calixto Contreras y Orestes Pereyra. En un sótano cerrado con candado, cuya llave gestionaron nuestros amigos, en nichos polvosos, y entre flores secas hace tiempo, reposan tres héroes olvidados.

Urbina, El León de Durango, fue un bandolero y según algunos de los más serios estudiosos del tema, como Friedrich Katz, durante la revolución se siguió comportando como tal y fue ejecutado por los villistas en septiembre de 1915. Sin embargo, justo una de las razones de nuestra estancia en Durango era presentar Villa bandolero, de Jesús Vargas, que retoma la comprensión del bandolerismo como una reacción social al despojo agrario, agudizado por las leyes de 1883 y perpetrado en Durango y Chihuahua a partir de 1884-85, sobre todo.

“Entre los hijos de estos rancheros despojados y expulsados de sus tierras, hubo muchos jóvenes a quienes no les resultó atractivo colocarse como peones ni como vaqueros de las haciendas, menos aún como trabajadores de las minas, optando por dedicarse al abigeato y otras actividades ilegales antes que perder la libertad… Nunca olvidaron el despojo del que habían sido víctimas sus familias, y al estallar la revolución no dudaron en incorporarse.”

Entre 1911-15 militaron en las filas de Ur­bina agraristas del norte de Durango, que dieron fuerte contenido social al movimiento. Entre las hazañas de Urbina, todas olvidadas, destacan la toma de Durango (1913) y la batalla del Ébano (1915). Sus triunfos en el campo de batalla son mucho más significativos que los del mucho más famoso Felipe Ángeles: lógico, es más fácil entender a un intelectual que a un bandolero.

Orestes Pereyra nació en El Oro, Durango, aunque desde joven emigró a Gómez Palacio, donde se hizo magonista. De él escribió un diario local en 1908, haciendo una relación de opositores encarcelados:

Sr. Orestes Pereyra, quien trabaja como Herrero en Torreón y disfruta del respeto general de la clase trabajadora, conocido como simpatizante de las causas liberales y un hombre de convicciones sanas y humanas. Ha sido arrestado simplemente por la popularidad que goza a causa de sus ideas liberales.

Se sumó a la revolución desde el primer día, en el asalto a Gómez Palacio, el 19 de noviembre de 1910… pero su voz parece perderse en la voz colectiva hasta su fusilamiento a manos de los carrancistas, en noviembre de 1915. Era el segundo jefe de una columna villista que mandaba el zapatista Juan Banderas y llevaba a los indígenas yoremes del caudillo Felipe Bachomo: la revolución popular agonizaba. La voz de Pereyra parece perderse, pero siempre está presente en las decisiones fundamentales.

Calixto Contreras dejó mucho más rastros escritos que el bandolero de la sierra y el herrero magonista. Dejemos que lo presente Emiliano Zapata (versión de Gildardo Magaña) cuando llegaron a Cuernavaca los enviados por la Convención de Aguascalientes a invitar a los surianos, el 19 de octubre de 1914. Así lo saludó:

También me da gusto ver en Morelos a usted, general, pues por ser hijo del pueblo humilde y un luchador por la tierra, es usted el revolucionario del norte que más confianza inspira.

Don Calixto encabezó desde 1900 la lucha de su pueblo natal, San Pedro Ocuila, Durango, contra la usurpación de las haciendas. Conoció la cárcel y la leva. Su intervención fue clave para unificar a las guerrillas que constituyeron la División del Norte, en septiembre de 1913, y en la elección de Pancho Villa como jefe de la misma: recuerda un testigo que tras de que se le propuso como jefe, siguió un instante de silencio que interrumpió Contreras, quien se puso de pie y tras rechazar su candidatura por no considerarse capacitado para asumir la enorme responsabilidad del nuevo mando, resaltó el prestigio del general Villa, como hombre de armas y experiencia, indiscutible valor y capacidad organizadora y pide a todos que reconoz­can a Francisco Villa como jefe de la Di­visión del Norte. Entonces terminaron las vacilaciones y todos a una aclamaron a Pancho Villa.

Don Calixto fue asesinado en 1916. Pero su herencia la recogieron los agraristas rojos de Durango que impulsaron la reforma agraria cardenista.

Tres héroes. Y antes de que protesten, les recuerdo mi concepto de héroe: https://bit.ly/2GxXZci.

Anuncio así la redición de La División del Norte: https://bit.ly/2BBGbJ5

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