Acabar con el fraude electoral
l fraude electoral
inició con el nacimiento de nuestra nación: la elección de 1828, en la que contendieron por la presidencia Vicente Guerrero y Manuel Gómez Pedraza. Como resultado de los comicios, Guerrero fue derrotado a pesar de contar con mayor respaldo popular. El apoyo gubernamental a favor de Pedraza desniveló la competencia. Posterior a las elecciones Guerrero impugnó la decisión, convocó a una gran oposición de masas y días más tarde fue declarado presidente ante la huida de Pedraza. Como dice Josefina Z. Vázquez: la República reprobó su primera prueba.
Desde entonces hasta hoy, el fraude electoral ha estado presente en México, prácticamente sin solución de continuidad. Incluso en la República restaurada por los liberales se acusó de fraude al régimen. En 1910 un fraude electoral de gran magnitud desató la rebelión encabezada por Francisco I. Madero. Después del colapso de Madero, los revolucionarios no se preocuparon mucho por garantizar elecciones libres, sino la estabilidad del régimen y así durante largos 80 años el PRI, y luego el PAN, organizaron fraudes cada vez que los opositores amenazaban con conquistar el poder.
El fraude electoral es descrito como la intervención ilícita en un proceso electoral con la finalidad de alterar los resultados de los comicios. En 2018 por primera vez se respetó el sufragio y ganó la oposición. Esta conquista tiene que ser fortalecida. No existe en nuestra legislación una definición genérica de fraude electoral
. Las prácticas que constituyen esta conducta se encuentran fragmentadas en la Ley General en Materia de Delitos Electorales. La situación de México es aberrante. En casi todos los países dicho fraude ha sido desterrado, no por leyes perfectas, sino por la cultura misma de los ciudadanos.
Durante más de 30 años hemos observado gran cantidad de procesos electorales en nuestro país. Hemos constatado cómo estas prácticas son operadas a través de una gran organización y dirigidas por personajes de las más altas esferas del poder. Hoy la promesa de abrir las puertas de la democracia eliminando el fraude es una de las principales tareas del nuevo régimen. Tenemos que desterrar esta lacra que envenena la vida pública de México y que impide la modernización del aparato político. Sin importar quién sea el que organice el fraude debe ser perseguido y castigado con rigor.
Colaboró : Mario A. Domínguez.