Martha Cecilia Márquez, como Gabino Barrera, no atiende razones // Apuesta perdida en el caso del contrato matrimonial Rivera-Peña Nieto
uando comenzaron a inundar mi correo electrónico los videos que demostraban, con la innegable evidencia que la flagrancia garantiza, la inclinación de la señora senadora panista Martha Cecilia Márquez hacia la contumacia, la reincidencia y el empecinamiento, no pude sino imitar a la madre superiora quien, interrumpiendo sus rezos sua-vemente, exclamó: ¡Carajo!
O sea que, como Gabino Barrera, la señora no atiende razones. Su necedad de ir a la tribuna sin más oficio ni beneficio que dar unos pasitos, estirar las piernas y que su bebé pueda eructar (expeler por la boca los gases del estómago), no tiene justificación por ningún lado que se le vea, con excepción, claro, del lado interior, sobre el cual uno nada puede asegurar, aunque sí aventurar un diagnóstico, a partir de síntomas infalibles, por ejemplo: si alguien sufre de un insistente dolor del lado derecho del ombligo y al recostarse boca arriba y encoger la pierna derecha, llevando la rodilla a la barriga, el dolor se agudiza en el bajo vientre, debe correr con su gastro, antes de que la apendicitis se le convierta en una terrible peritonitis. Si una novicia de la orden de las Carmelitas Descalzas (y más aún de las que usan zapatos con tacones de aguja de 12 centímetros), comienza a experimentar un crecimiento constantemente acelerado del vientre y de los 58 centímetros que su cintura medía apenas siete meses atrás ahora rebasa el metro con toda holgura, seguramente no está empachada. Para esa inflamación no basta con un paquete de sal de uvas Picot. El estado de buena esperanza al que acaba de emigrar la ex virgencita seguramente provoca un estado catatónico tanto al jardinero como al guía espiritual y confesor del convento. (El primero se agregó a una caravana guatemalteca rumbo a Tijuana, mientras el otro ofreció al obispo elevar el diezmo, de tal suerte que de inmediato se lo disputaron las diócesis de todo el rumbo.)
Pues de igual manera resulta posible, estudiando algunos rasgos conductuales, hábitos, manifestaciones públicas de su carácter o de su temperamento, asomarse al interior de una persona y atreverse a elaborar alguna hipótesis sobre lo que habita en su cacumen, moyera, magín, caletre o sesera.
En sicología se le conoce como personalidad histriónica a aquella que, de acuerdo con el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, se manifiesta en personas de edad adulta que, en diferentes contextos, buscan ser el centro de atención en formas que incluso pueden llegar a ser inapropiadas. Entre otras características, el manual agrega que estas personas acostumbran mostrar teatralidad y expresión exagerada de sus emociones. Además, suelen ser fácilmente sugestionables por las circunstancias. Por otra parte, la personalidad narcisista se caracteriza por un sentimiento de superioridad en sujetos que esperan que los demás los reconozcan como tales. Esto a menudo se manifiesta en una necesidad constante de atención y admiración. Generalmente, su autoestima es muy frágil, pues depende de la opinión y el juicio de los demás.
Pues resulta que Martha Cecilia reincidió. No le importó que la presencia de menores esté prohibida en hospitales, conciertos, bibliotecas, palenques, clubes y restaurantes de lujo y aun iglesias. Me consta que eminentes prelados han pedido a respetables, pero irresponsables mamás, salir al atrio en lo que su bodoque dejaba de chirriar y ellos terminar su homilía.
El más racional y ecuánime de los individuos puede en un momento de tensión, de angustia, euforia o alucinación, llevar a cabo un acto desproporcionado, fuera de tono, que contraviene los protocolos de aceptación general y que linda con la inconsciencia o la provocación. Se le reconviene, se le explica que su comportamiento (por inimaginable), no está expresamente prohibido; pero, ¿en verdad sería necesario hacerlo expreso? (¿Recuerdan los viejos… tiempos aquel aviso en el catedralicio Salón México que aconsejaba: “Se agradese a las gentiles damitas que nos acompañan no salir a la pista sin sapatos para que no se dañen los pieses con los vidrios rrotos”?). Un avisito así, ¿saldría sobrando en San Lázaro?
Pero dejemos este asunto hasta aquí, porque reconozco que aburre y no tiene más trascendencia que la que los chalecos (la expresión autóctona sería mandiles) amarillos en la Cámara le quieran dar.
Estoy de un humor de los demonios. Yo no soy afecto a las apuestas, ni políticas ni deportivas, de las que nada sé (de las otras, menos). Pues hace pocos años, ante evidentísimas evidencias
comenté frente a un grupo de amigos: apuesto doble contra sencillo a que el contrato mercantil/religioso (o séase, lo mismo), suscrito por la señora Rivera y el joven Presidente, de permanecer unidos hasta que la muerte los separe, sería rescindido por alguna de las partes al año a partir del momento en que deje de serlo. Todos apostaron en contra… y contra todos perdí: Mis martinis, durante dos semanas serán víctimas del huachicoleo más impune que el de Hidalgo o Azcapotzalco.
Twitter: @ortiztejeda