Jueves 7 de febrero de 2019, p. 3
Caracas. Son cerca de las 8 de la noche en el Palacio de Miraflores. El presidente Nicolás Maduro Moros viste una guayabera verde turquesa y camiseta blanca. Está sentado frente a la mesa de un sencillo comedor. A su mano derecha tiene una pantalla de televisión. Frente a él, un Ipod.
Está tranquilo y de buen humor. Ni en su semblante ni en su actitud hay rastro alguno de nerviosismo. A juzgar por sus gestos, nadie diría que su gobierno pasa por uno de los momentos más difíciles desde que se hizo cargo de la presidencia.
Acaba de regresar de una reunión con su gente, en los patios del Metro de Caracas. Su casa.
Allí estuvieron sus camaradas de los tiempos en los que fue conductor y dirigente sindical. Lo ovacionaron con el calor propio de la solidaridad obrera. En el encuentro contó anécdotas de varios de ellos, mientras explicaba el nuevo plan de gobierno para el transporte público. Cosas de Venezuela, al comenzar el encuentro marcó unos pasos de salsa interpretados por la Banda XXX y al concluir tocó las tumbadoras.
En Miraflores se prepara para escuchar el Informe a la Nación de Donald Trump. Está convencido de que el mandatario estadunidense va a referirse a la situación venezolana. Y está decidido a responderle a través de Twitter. No va a dejar pasar una.
Allí recibe a La Jornada.
Va a darle una entrevista exclusiva. Se encuentra acompañado por su esposa, Cilia; su ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, y la vicepresidenta Delcy Rodríguez.
Pero no sólo se dispone a responder las preguntas. También quiere hacerlas. Está interesado en lo que hoy sucede en México.