onstruido entre 1615 y 1630, el palacio de Luxemburgo en París fue el primer museo francés abierto al público con una colección de 184 lienzos dedicada a la gloria de la reina María de Médicis. Sus autores: Rubens, Da Vinci, El Veronese, Rembrandt, Rafael, entre otros, trasladados al Louvre en 1818. Complementa el palacio un hermoso jardín de 24 hectáreas. El edificio que hoy ocupa el museo se concluyó en 1886 y, aunque no tan enorme como otros, destaca por sus exposiciones de gran valor artístico. Una de ellas acaba de romper récord de asistentes y crítica. La del pintor, escultor, fotógrafo, decorador y profesor de artes plásticas checo Alphonse Mucha (1860-1939). Su ascenso a la fama comenzó en París, al diseñar los carteles para las obras de la excelsa actriz Sarah Bernhardt.

Esos carteles publicitarios y muchos más diversos ocuparon la cultura visual de París y las capitales europeas. Se convirtieron en sinónimo del incipiente art nouveau y todavía son clásicos. Pero Mucha no sólo es maestro en el arte del cartel y uno de los diseñadores más prestigiosos y copiados de Europa y Estados Unidos. También el místico que comparte su pasión por el ocultismo y la teosofía con el sueco August Strinberg.

Y, sobre todo, es el patriota que regresa a Praga en 1910 con la idea de poner el arte al servicio de su país y luchar por su independencia del imperio austrohúngaro, que lo oprimía desde 1878. Lo hizo especialmente a través de su Epopeya Eslava, 20 lienzos en los que narra la historia política, filosófica, religiosa y cultural de su pueblo, que en 1919 logró al fin su independencia. Pero el 15 de marzo de 1939, lo invaden los nazis y Mucha es uno de los primeros que captura la Gestapo por ser ciudadano ilustre y masón. Muere poco después anímicamente destrozado y enfermo.

Mañana cumple 90 años Carlos Payán, admirador de Mucha y fundador de proyectos que no pocos creyeron imposibles y hoy son realidad. Abrazo fraterno.