Opinión
Ver día anteriorSábado 19 de enero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Libertad es osadía
E

l interno está por salir a patio, sólo espera la orden oficial. Todo un lustro en prisión de máxima seguridad. Su figura se ha ido transformando con el paso de los años, su andar es arrítmico, de balanceo hasta cierto punto, torpe. Los reflejos se han extinguido a través del vendaval del tiempo. La mirada y la sonrisa, traen aspecto de mueca macabra, tal vez simiesca. La ruta recorrida en prisión va calando hondo, va extirpando cualquier aire de humanidad. Una cámara gansteril vigila sus pasos y escasisísimas alegrías. El sol parece aliarse con el medio circundante. Cae a plomo sobre los lomos pardos del interno. Tose secamente, sacudiendo el resto de su espalda. Camina alrededor del patio con su figura de indigente, vistiendo traje de pordiosero y corte de pelo maniaco.

La realidad se olvidó de él. La vida no sabe que el interno existe. ¿vive en el presidio? Es un vegetal, con pies de plomo, mirada de idiota y sonrisa estúpida. La sicóloga dirá: el programa de reinserción social funciona, es todo un éxito. El centro de exterminio pos-nazi es benévolo, es positivo y crucial para la readaptación social.

Pobre hombre, pobre interno. Después de regresar del patio y bañarse, los guardias lo han sacado de nuevo de su celda y ahora camina rumbo al comedor; un ansia loca lo aniquila. Pero sólo ve pasar el tiempo; apenas y percibe su olor ausente. Mañana será un día cualquiera de esta perra vida que no es vida.

El interno es un experimento social; es un sujeto-objeto para hacer negocios. Negocios con su comida, con su vestimenta, con su salud, con su proceso jurídico, con sus carnes carentes de calidez humana, ahogadas en la opresión y el aislamiento glacial color azul. Sonríe con su artificial sonrisa ante la charola de comida; camina encorvado, como si temiera destruir su contenido, como si quemara sus manos la comida fría. Lava como autómata la charola, va y la deposita en el lugar ex profeso asignado y espera la orden de regresar a su fría y solitaria celda. Celda, el hogar de tantos años, que ni sabe el interno cómo fue que pasaron. El tiempo pasó y pasó. Se fue para no volver. Así como el tiempo pasó, también la familia; la esposa y los hijos van pasando, estuvieron al principio y se van yendo de su vida poco a poco, para algún día ya no volver jamás. Muchas cartas al principio, pocas cartas después y hoy; ninguna carta. ¿Para qué?, ¿qué sentido tiene?

El interno se acostumbró a inhalar los humos irrespirables de injusticia, tristeza y olvido. Y a exhalar mediocridad, costumbrismo, frialdad y ausencia de alegrías. Ya llega a su celda, se acomoda en un rincón cualquiera, como un guiñapo-objeto, semi inerte, lanzando su mirada intangible a ningún punto específico. La pared es una infinita amalgama, un universo sin límite; una pléyade de constelaciones, de puntos blanquecinos, unidos por una sustancia pintoresca.

El interno es un Quijote, un soñador que sueña en la nada, en lo insustancial. Es un Quijote sin su Sancho Panza. Porque su Sancho Panza, hace años se fue libre. Reza por las noches y al amanecer. Es la oración del preso. Vacua, sin contenido, repleta de monosílabos e inundada de plegarias, va la oración desordenada, como el espejo de aguas movedizas, de arenas calientes. Materia que quema las manos. Pero más que nada la memoria; la dignidad, la altivez y el orgullo.

Cuando aparezca el tal mañana, el viento entonará la cumbia del ayer, para anunciar su despedida. El interno esperará impaciente, mordiendose las uñas y los labios; las 24 horas más largas de su vida. Y así; alcanzar el mañana. Un mañana que se llama libertad. Libre de ir y venir por el mundo. Libre de soñar, de querer, de desear. Será libre para poder tener hambre. Para ser hombre de nuevo. Para ser hombre-ser. Ahora; tan sólo es un sueño dentro de su pesadilla; pues sigue preso…

Y, sin embargo, pasó el tiempo. Y hoy, este paria cualquiera, nacido en un pueblo cualquiera. Al que la lucha social, lo vino a colocar en el lugar que ahora se encuentra. Mudó del silencio, del ocaso mismo; hacia el momento y situación, donde se escucha la palabra. Ha recuperado su libertad, gracias a lo que representa el movimiento social y la CNTE misma, como uno más de los instrumentos proletarios, que van empujando el cambio democrático. No pudo el burdo montaje ganarle la batalla al amor, al empecinamiento, a la poesía, a la protesta organizada y la indignación magisterial.

Se vienen tiempos cruciales para el movimiento. Y él, no quiere perderse por nada del mundo, tan inolvidables momentos.

*Poeta, dirigente social y ex preso político