A cinco años de su muerte
Familiares, amigos, ex campeones y jóvenes promesas del boxeo asistieron a la Basílica de Guadalupe
Jueves 17 de enero de 2019, p. a10
De manera inopinada, José Sulaimán Chagnón llamaba por teléfono a su esposa y la prevenía. Llegaría con una multitud a comer. El número podía implicar una persona, en el mejor de los casos, o varias decenas de invitados. En su casa en la colonia Lindavista desfilaban personajes célebres, de la farándula, líderes políticos y empresarios, campeones en la cúspide, novatos anhelantes o gente humilde que necesitaba ayuda. Doña Martha Saldívar Morales, viuda de Sulaimán, se angustiaba por la premura y revisaba la alacena.
Las reuniones tumultuarias podían tener como propósito organizar alguna función de boxeo para apoyar una causa, como un día después de la explosión mortal en San Juan Ixhuatepec en 1984, o para apoyar a un grupo de novatos. Porque eso –dice doña Martha– representaba a su esposo, la amistad de todo tipo de personas, desde un lustrabotas conocido de antaño hasta un líder mundial.
Por esa razón, en el aniversario número cinco de su muerte, José Sulaimán Chagnón aún convoca esa variedad de personajes. Hombres vie-jos que lo recuerdan, los ex campeones que dicen que fue como un padre, jóvenes promesas del boxeo que no convivieron con él, pero que han escuchado de su generosidad, y su familia, todos reunidos en la antigua Basílica de Guadalupe para recordarlo.
Refugio de pugilistas
A esa casa de Lindavista un día llegó Muhammad Ali y otro, años después, Mike Tyson, pero doña Martha prefiere recordar que también sirvió de refugio para ayudar a boxeadores desconocidos que no tenían adónde llegar. Las comidas eran para demasiada gente, así nos acostumbramos a vivir
, dice con nostalgia.
Desde niño, José Sulaimán sintió una empatía con los más vulnerables –cuenta su hijo Mauricio, actual presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB)–, por lo mismo que a los boxeadores los respetaba por las ganas de abrirse camino contra esa pobreza de la que suelen brotar. Los grandes campeones no nacen en cuna de plata
, solía decir. Una sintonía que tenía la huella del origen.
José Sulaimán Chagnón nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en 1931. Hijo de migrantes sirio-libaneses, conoció desde niño lo que significaba pertenecer a una minoría. El costo de dejar atrás un país y su cultura para buscar la vida en otro muy distinto. Su familia paterna llegó a México sin fortuna, sin conocer el idioma ni las costumbres; sólo con el propósito de mejorar.
Pero otra experiencia también fue formativa, y decisiva, en la manera de mirar el mundo que le tocó vivir. Mauricio cuenta que cuando su padre era muy joven hizo un viaje a Estados Unidos a bordo de un autobús. Ahí conoció en carne propia la discriminación contra los latinos y la población de raza negra. Aquello le dejó una huella permanente que perfiló toda su carrera como dirigente en el boxeo.
Eso forjó en él la importancia de luchar contra la desigualdad y contra la discriminación
, recuerda su hijo Mauricio.
Hizo varias aportaciones a la disciplina
La pasión por el boxeo la vivió abajo del cuadrilátero, como dirigente. Todavía era adolescente y ya formaba parte de la Comisión en San Luis Potosí, más tarde también estaría en la de Ciudad de México y en 1968 se integró al CMB, donde fue elegido presidente en 1975. Como titular del organismo trabajó para disminuir el riesgo que representa el boxeo. Después de realizar estudios, redujeron los episodios en las peleas de campeonato, de los maratónicos 15 asaltos bajaron a 12; se incorporó una cuerda más en el cuadrilátero, ahora con cuatro, evitaban que el peleador cayera y sufriera golpes más serios si caía; también aumentó el tiempo para reponerse del pesaje, de unas horas antes pasaron a un día previo, para evitar que llegaran deshidratados a la pelea y aumentara el riesgo de sufrir un percance.
Fue un activo promotor para que el boxeo en Estados Unidos se abriera a otras zonas geográficas; así emergieron los boxeadores mexicanos que empezaron a acumular títulos; también surgieron peleadores de Asia y África, antes marginados del mercado anglosajón.
Pero como titular del CMB, José Sulaimán también aprovechó la tribuna para declararse contra la discriminación en distintas partes del mundo, recuerda Mauricio. Cuando Muhammad Ali fue acosado por el gobierno estadunidense por su resistencia de ir a pelear a Vietnam, Sulaimán se solidarizó desde el CMB.
El Consejo Mundial de Boxeo no desconoció a Ali durante casi tres años
, dijo José Sulaimán a La Jornada hace siete años exactos; porque su despojo lo consideramos una injusticia y que era un acto nacionalista contrario a la libertad de los ciudadanos
.
Y también promovió el desagravio a Rubin Huracán Carter, el peleador afroestadunidense, quien fue incriminado sin pruebas por un asesinato y condenado a dos décadas de prisión. El caso se convirtió en emblema contra el racismo y en favor de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Bob Dylan lo hizo célebre con la canción Hurricane, de 1975. José Sulaimán no escuchó aquella canción hasta 1993, cuando el CMB entregó el cinturón de campeón mundial a un boxeador que no pudo conseguirlo en el ring, porque pasó su juventud encerrado injustamente.
Amigo de Nelson Mandela, José Sulaimán también asumió una guerra declarada contra el régimen discriminatorio del apartheid en Sudáfrica.Fue una lucha de 19 años
, recuerda su hijo Mauricio; “cualquier boxeador, mánager o promotor que tuviera trato con el régimen del apartheid era expulsado del CMB. Le dieron un reconocimiento en la ONU por esa lucha”.
El episodio más reciente fue apenas en 2018, pero ya no lo vio. Con un siglo de retraso, Jack Johnson recibió el indulto del gobierno estadunidense firmado por, irónicamente, el presidente Donald Trump por la persecución racista que sufrió en la primera parte del siglo XX y por la cual fue encarcelado. Esa iniciativa, cuenta Mauricio, también fue un largo anhelo de justicia simbólica de José Sulaimán. Un atisbo de todo lo que quiso mientras vivió.