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Antes de ingerirse, los insectos deben ser más estudiados
 
Periódico La Jornada
Martes 15 de enero de 2019, p. 2

Roma. Los insectos tienen gran potencial como fuente alternativa de proteínas, pero se necesitan más investigaciones urgentes antes de que comience su producción masiva para evitar un desastre ambiental, advirtieron investigadores suecos.

Hay una falta abrumadora de conocimiento sobre aspectos básicos, como especies idóneas, sus requerimientos de hábitat y alimentación, el manejo de sus desechos y que los insectos que escapen no provoquen estragos en el ecosistema, comentaron.

A menos de que dichos temas sean estudiados y discutidos de forma crítica, nos arriesgamos a crear una industria que remplace un problema medioambiental con otro, escribieron en la revista Trends in Ecology & Evolution.

A escala global, la creciente demanda de proteína animal ha llevado a un cultivo expandido de soya para ganado y aves, pero sus críticos afirman que el sistema es insostenible y lleva tanto a la deforestación como al uso excesivo de químicos agrícolas.

Ventajas nutricionales

Nutricionistas y científicos han considerado a los insectos como fuente sustentable y barata de proteínas para alimentar a un mundo creciente debido a que son altos en proteínas, vitaminas, fibra y minerales.

Además, emiten menos gases de efecto invernadero y menos amoniaco que el ganado o los cerdos y requieren una cantidad significativamente menor de tierra y agua que las reses, según la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). De acuerdo con ésta, más de mil 900 especies de insectos son comestibles.

Las empresas ya están entrando al sector y produciendo hamburguesas a partir de gusanos de búfalos, sopa de camote dulce elaborada con bichos, bocadillos de larvas y granjas de insectos.

Sin embargo, el impacto medioambiental futuro de la crianza masiva de insectos es en gran medida desconocido, comentaron científicos suecos.

¿Cómo y dónde produces el alimento que comen, qué usas? Hay tantas preguntas, dijo Asa Berggren, bióloga especialista en conservación, de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas y coautora del documento.