uando una comunidad nacional de muchos millones de personas está, como sucede hoy en México, en trance de transformación profunda, tan radical y de fondo, hay prácticas, procesos sociales y leyes que cambian, pero también otras, pautas de comportamiento y cuerpos legislativos que se conservan; lo nuevo se mezcla necesariamente con algo o con mucho de lo que había, lo salvable del mundo que se sustituye.
Cambia todo cambia, dice la canción del chileno Julio Numhauser, ¿pero qué tanto? Siempre, como dice un poeta olvidado, “hay algo que se nos queda – de tanto y tanto que se nos va”. Y esto viene a cuento y provoca esta reflexión que comparto, la lectura de la sorprendente entrevista publicada hace unos días en La Jornada, que la periodista Sanjuana Martínez hace al empresario Javier Garza Calderón, en la que éste informa que ha organizado a 16 mil 700 hombres y mujeres de negocios, en la Asociación de Empresarios por la Cuarta Transformación. No es el único grupo del mundo empresarial que manifiesta simpatía por el nuevo gobierno y milita del lado del cambio. En este caso, se trata de alguien que no participó en la conocida complicidad entre gobernantes e inversionistas para facilitar negocios ensombrecidos por la corrupción. Por el contrario, como muchos mexicanos, padeció al sistema.
Garza Calderón forma parte de una dinastía de los legendarios pioneros de la industrialización de su estado y comparte en la entrevista, información poco conocida y reveladora. Sus ancestros desde hace cuatro generaciones, fundaron y mantuvieron el próspero emporio de la Cervecería Cuauhtémoc, que perdieron, según lo relata, siendo presidente Carlos Salinas de Gortari, quien, con todo el poder en sus manos, obligó a su padre a vender las acciones de la cervecería fundada por sus bisabuelos.
La presión para imponer la transacción fue que todo el poder del Estado caería sobre su familia si no se aceptaban las condiciones propuestas y así concluyó la historia de una industria nacional que abrió en su momento camino a otras emblemáticas del estado de Nuevo León, como la vidriera y la acerera. Fue quizá un caso entre otros, no eran empresarios coludidos con funcionarios públicos para beneficiarse con la corrupción o con la evasión de impuestos, fueron empresarios víctimas de las presiones del poder político, que estorbaban al neoliberalismo por su actitud nacionalista y su interés en sus trabajadores.
En el proyecto del gobierno que llega no está ciertamente la propuesta de acabar con la empresa privada, más bien se trata de retornar al sistema de economía mixta experimentado con éxito en nuestro país durante varias décadas del siglo pasado. Convivían entonces y esto conforme a la Constitución, tres sectores de la economía, que se complementaban e interactuaban en armonía los sectores público, privado y social.
Prevalecerán, pese al cambio, las estructuras sociales que rompan ligas con el sistema de corrupción derrotado en las urnas y que tanto dañó a la economía y al bienestar de los mexicanos; eso vieron Garza Calderón y sus compañeros. El nuevo gobierno no busca el monopolio de los medios de producción, será respetuoso de la riqueza privada bien habida y legítima; podrán seguir activos, trabajando sin trabas y protegidos por la ley, tanto corporaciones particulares como empresas sociales, cooperativas, fundaciones, ejidos y comunidades originarias, también las áreas estratégicas de la economía que el Estado requiera para el desarrollo del país y la defensa de la soberanía.
Al cambiar de modo pacífico el régimen anterior, es lógico que se modifiquen las relaciones perversas que existían entre la autoridad y el mundo del dinero; muchas cosas deben cambiarse, pero también deben conservarse otras como parte de la legislación que aún reconoce y ordena proteger no a uno solo de los sectores de la economía, sino a los tres; en el mundo globalizado, el de la cruda competencia económica, es muy legítimo que un Estado soberano conserve para sí las áreas estratégicas que le permitan defenderse de las poderosas corporaciones que miden todo según sus intereses; es legítimo mantener buenas relaciones con empresarios que acepten colaborar con el cambio y manejar sus negocios con apego a la ley y a la justicia social.
Hillaire Belloc, historiador inglés, expresa en un libro, una idea esclarecedora: Dos cosas engendran siempre una tercera, y las dos fuerzas en pugna, aunque sean tan claramente distintas como el negro y el blanco, no darán jamás como resultado único la pura victoria de una y la pura derrota de la otra. Nace del tumulto algo que ni atacante ni defensor han querido producir
. Hay conciencia de que vivimos una transformación, la cuarta, según lo dicho, pero esto no significará la destrucción de todas las estructuras anteriores, sólo deben modificarse las que dañaron la economía popular y la soberanía nacional.