as dos películas más taquilleras de la llamada Época de Oro del Cine Nacional son, sin duda Nosotros los Pobres y Ustedes los Ricos, filmadas en 1948 bajo la dirección de Ismael Rodríguez. En ellas se presenta a un grupo de mexicanos de una colonia popular encabezados por Pedro Infante en el papel de Pepe el Toro, un humilde carpintero en su relación de pareja y de padre, seguidos todos por una pléyade de indigentes y pordioseros. Ambas películas hacen una defensa de la pobreza material. La pobreza es la condición absoluta de la felicidad. El pobre es por naturaleza justo, dadivoso, solidario. La riqueza material es fuente de maldad y codicia; de la injusticia y la perversidad. Dios nos libre de ser ricos porque la malevolencia se apoderará de nosotros.
Esta concepción del mundo se basa en la sentencia bíblica según la cual es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios
(Marcos 10:25) es la que se encuentra en el fondo de. Es una tesis que, de manera interesante, se encuentra presente mutatis mutandis, en la política del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la repartición del presupuesto federal, en particular el asignado a la educación superior. Según esto, para que en las universidades haya justicia y no abusos, para que se cumplan cabalmente con las funciones que se les tienen asignadas, lo que es necesario hacer es eliminar no sólo el lujo
, sino la comodidad
; obligar a la comunidad universitaria a laborar en condiciones de austeridad
, entendida como penuria, y sobre todo, resignarse a subsistir de esa manera. Tal resignación pronto se trocaría en sentimiento de felicidad porque sólo así colectiva e individualmente se encontrará el camino de la honestidad, de la misma manera que ocurre en la historia de Pepe el Toro y sus amigos pobres.
Pero al igual que en las citadas películas nunca se hace mención ni valoración alguna del origen de las desigualdades, ni de cuáles son las razones que obligan a 99 por ciento de la población a vivir en la precariedad y la miseria crecientes, mientras unos cuantos disfrutan de insultantes lujos, tampoco en la política presupuestal de AMLO se encuentra ninguna explicación de por qué las universidades han de vivir en medio de la austeridad-penuria. Más aún, para la Presidencia de la República basta con que quienes devengan altísimos salarios (rectores, directores, etcétera) renuncien a parte de ellos para que haya una redistribución justa del presupuesto. En coincidencia, algunas altas autoridades universitarias, pueden decidir bajar sus ingresos unilateralmente sin cuestionar de fondo ni las políticas de precariedad de los presupuestos ni mucho menos la distribución de los mismos.
En este sentido no se ha cuestionado, por citar un ejemplo importante, la cantidad gigantesca de presupuesto que absorbe el conjunto del aparato burocrático de las universidades, que cada vez es más creciente. No se pone el acento en la necesidad de subir sustancialmente el salario y la estabilidad laboral del personal de asignatura, sobre quien recae el grueso de las labores de docencia, ni integrar al salario base de la quienes pertenecen a la llamada plantilla de carrera los humillantes estímulos a la productividad, que llegan a abarcar hasta 70 por ciento de los ingresos de este personal y que mañana pueden desaparecer sin mayor explicación. No se pone el acento en las mejoras de las condiciones de los laboratorios de docencia a investigación ni a las bibliotecas. En el caso de la UNAM, menos aún se cuestiona el presupuesto asignado a obscuras a dependencias como la Dirección de Vigilancia, asociada al auspicio y protección de grupos de choque como los porros y sus agresiones como la del pasado 3 de septiembre.
AMLO evita explicar la baja en los presupuestos a la educación superior como resultado de las estrategias neoliberales de adelgazamiento del Estado y desentendimiento de todas sus funciones que no tengan que ver con los principios del mercado. Nada qué decir acerca de la necesidad del impulso a la formación cultural, la sensibilidad y el conocimiento del mundo como fines humanos. Todo el discurso oficial se mueve en un ámbito cuentachiles
de pesos y centavos. Ni la investigación científica ni el impulso a la cultura, ni la misión de las tareas de las universidades van a superarse ni tampoco podrán estar a la altura de lo que la nación y el mundo demandan mientras exista esa reivindicación de la pobreza y la penuria. Las universidades no pueden organizarse con arreglo a la visión de Pepe el Toro.