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Este año quedó marcado por la muerte de tres hitos sonoros

El iPod fue sustituido por la música en streaming; Dolores O’ Riordan y Aretha Franklin fallecieron

 
Periódico La Jornada
Lunes 31 de diciembre de 2018, p. 7

La desaparición del iPod es el mejor resumen del año musical 2018 porque atañe a todos: es el fin de una era. Desde hace pocos meses, la mayoría de quienes escuchan música lo hacen mediante Spotify, Deezer y otras plataformas que literalmente aplastan la música, le quitan su mayor encanto: su tersura, su piel.

Hay quienes, en consecuencia, no sienten, si es que alguna vez les importó el significado completo del acto humano de escuchar música. Escuchan las listas de otros, lo que está de moda lo suficiente como para sobresalir, icebergs diminutos, en medio del ruido de las redes sociales y la rueda aleatoria a cargo de una aplicación.

Para quienes miden los años musicales necrológicamente, 2018 comenzó trágicamente con el suicidio de Dolores O’Riordan, cantante irlandesa que hizo famoso a un grupo llamado The Cranberries.

La prensa del corazón la destazó, como acostumbra, babeando en el whisky que aún brotaba de sus labios, cuando en realidad murió de una enfermedad llamada depresión crónica, al igual que Janis Joplin falleció por causa del Dead Line Sindrome y otros famosos que pasan a la historia como suicidas irredentos.

Desde su dura infancia aldeana en Irlanda, Dolores Mary Eileen O’Riordan Burton ejerció su condición de diferente, e hizo la diferencia.

En esa pieza, Dreams, ya está de cuerpo entero el secreto de su voz, cultivada desde niña: un canto en la planicie, arriba de montañas, en sobrevuelo de llanuras, cual berebere, cual tono alpino, a punto de falsete ranchero, en cantinelas hipnotizantes.

No en Dublín, sino en el campo, es donde mejor se puede heredar la rica tradición cultural celta.

Volteemos a escuchar lo que los técnicos denominan sean-nós: una práctica en mi opinión ritual y en la de los científicos tradicional, y cuya rama más conocida es esa danza irlandesa tan promocionada y explotada comercialmente pero impoluta en su raíz y condición, insisto: ritual. El shán nós.

En música, necesito que el lector imagine a una persona, hombre o mujer, lo que usted prefiera, cantando frente a la inmensidad de lo que usted quiera: el mar, el viento, la llanura, un mar de gente.

Y esa persona se concentra a punto tal que necesita cerrar los ojos y meter las manos en los bolsillos o enlazarlas en su espalda baja y la materia acusmática es entonces magia pura: eso es el sean-nós. Ahí tienen entonces a la niña Dolores Mary Eileen O’Riordan Burton: su secreto también se llama sean-nós.

El gran secreto de la otra cantante cuyo fallecimiento, el 16 de agosto, marcó también fin de era, fue el góspel. Creció en medio de gigantes: por las noches llegaban a su casa, para cantar con Bárbara Siggers y el reverendo C.L. Franklin, padres de Arita, semidioses como Thelonious Monk, Mahalia Jackson, Ella Fitzgerald, Dihna Washington, y con sus hermanas Erma y Carolyn cantaba, niña, góspel en casa y luego en giras y a los 12 años tuvo su primer bebé y a los 14 años el segundo y al mismo tiempo el primer disco y su emancipación: Spirituals, de 1956, con los siguientes cimientos: Never grow old, Precious Lord (parts 1 and 2) y There is a fountain filled with blood.

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▲ iPods en diversas presentaciones, aparato sustituido por plataformas como Spotify o Deezer.Foto archivo

Con esos cuatro puntos cardinales ordenó el mundo y desde esas coordenadas comandó el apoyo incondicional al movimiento Panteras Negras y enarboló la causa de las mujeres a partir de otra piedra de toque: la rolita Respect, de Ottis Redding, era una loa machina que exigía respeto al marido que llegaba tarde a casa, cansado de trabajar, pero la dulce Arita le tiró así a las escopetas: ¿respeto? Órale, cabrón, cuando llegues a casa cansado del trabajo, lo único que te pido es que me respetes, y así comenzó todo.

Unos miden el éxito en el número de Grammys, millones de dólares, fama y lujos, pero hay quienes siempre entienden que detrás de todos esos galardones que ganó Arita hay una causa definitiva: la emancipación femenina, los derechos civiles, el combate al abuso. La maestría, el noble oficio de una diosa del góspel.

Los dos compositores vivos más importantes tuvieron actividad este año: el estonio Arvo Pärt reunió sus cuatro sinfonías en un disco, y el húngaro Gyorgy Kurtág estrenó, a sus 92 años de edad, su primera ópera: Fin de partida, basada en la obra teatral de Samuel Beckett.

Todas las grandes producciones musicales de este año podrán oírse en casa, en cedé o elepé, o en alguna lista aleatoria (o no) de alguna plataforma digital. Despedimos la era del iPod, dulce compañía durante 17 años de los melómanos que llevaban sus elecciones musicales al gimnasio, en el transporte público, caminando, viviendo.

El ipod Classic, el mejor de todos los modelos existentes (el más reciente, atendiendo a un sector del mercado cibernético, fue el iPod Touch, en octubre pasado), lo atesoramos, lo cuidamos, lo procuramos como una reliquia, en espera de que la tecnología nos dote de adaptadores electrónicos para seguir escuchando el latir del mundo en nuestros oídos.

Y en nuestro corazón.