El fondo inescrutable
n el contexto de los homenajes que recibió el ex presidente de Estados Unidos George H. W. Bush con motivo de su fallecimiento, destacaron los que ponderaron la afabilidad y el sentido de civilidad del desaparecido mandatario sobre sus errores en la conducción del país. Pero a la par de esos reconocimientos no podían faltar las comparaciones y referencias con las desafortunadas decisiones que su vástago cometiera ocho años más tarde como jefe de Estado; sin duda la mayor de ellas fue la invasión de Irak. Cabe recordar que la excusa de tan absurda decisión fue el ataque a Estados Unidos perpetrado por comandos procedentes de Arabia Saudita, patrocinados y organizados por Osama Bin Laden, quien era ciudadano de ese país, no de Irak. Algunos amigos cercanos de Bush padre relataron la crítica que hizo de su hijo por haber invadido una nación a cuyo mandatario podían atribuirse otros latrocinios pero no los ataques de septiembre de 2001. Bush padre lamentó la influencia que el vicepresidente Dick Cheney y el entonces secretario de la defensa, Donald Rumsfeld, tuvieron sobre su hijo para que actuara en forma tan desmesurada y equivocada. Ya es historia la forma tramposa en que Cheney y sus colaboradores hicieron creer que el responsable del ataque era Saddam Husein, presidente de Irak. Es famoso el sarcasmo con el que Richard Clark, coordinador de la oficina antiterrorista de Estados Unidos, se refirió al hecho diciendo: Es como si hubiéramos invadido México cuando los japoneses nos atacaron en Pearl Harbor
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En esos años, millones de estadunidenses consideraron que su país había tocado fondo con uno de los peores presidentes de su historia. Con el tiempo comprobaron que estaban equivocados: el fondo es más profundo y no está claro cuándo se llegará a él. Así lo ha demostrado con hechos y declaraciones el actual huésped de la Casa Blanca. Nadie en su sano juicio hubiera pensado que se pudiera extrañar a Bush hijo. Con cada decisión que Donald Trump toma pareciera que no hay fondo, y no son pocos los que se preguntan con angustia qué pasaría si un hecho como el de septiembre de 2001 sucediera nuevamente. Tal vez la respuesta y única posibilidad de detener la caída la tengan los legisladores demócratas, quienes después de ganar las elecciones serán mayoría en la Cámara de Representantes. Su labor será crucial y al mismo tiempo sumamente complicada para desenredar los traspiés y las trapacerías cometidas durante los dos años que Trump y su séquito han gobernado el país.