Nuevo mando en la ciudad // Honestidad, línea de gobierno
adie, por más clarividente que fuera, podría haber adivinado hace seis años que ayer todo cambiaría, y que la izquierda de esta ciudad reclamaría lo que ahora asegura le pertenece: gobernar con honestidad.
No, el escenario no parecía tan diferente. Algunos más canosos, otros más cansados, pero una buena cantidad eran los mismos que hace seis años llenaban el recinto de Donceles y Allende y juraban que los vientos de la política en esta ciudad sólo soplaban a la izquierda.
Hoy la realidad les pide un nuevo esfuerzo para rescatar a la Ciudad de México del pantano del mercado, y allí, Claudia Sheinbaum les impregna del nuevo brío necesario para dar la siguiente lucha y que la ciudad retome el camino que le ordenaron las urnas y que pervirtió, por ejemplo, el poder económico de los desarrolladores de vivienda.
Para todos quedó claro que el gobierno pasado abandonó la ruta de la izquierda, no por voluntad, sino porque no tenía idea del significado del voto y de su mandato, y resultaba más fácil dejar que se pudrieran las calles mientras se levantaran los grandes edificios.
Y es que a este lugar, el teatro Esperanza Iris, donde Venustiano Carranza celebraba los triunfos de la Revolución antes de que terminara la segunda década del siglo pasado, le faltaba una página, esta que ahora habla de un eje femenino de gobierno
en el que participan tres mujeres: la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, por supuesto; la procuradora Ernestina Godoy y la secretaria de Gobierno, Rosa Icela Rodríguez.
Eso se quería ver, el cambio se olía, pero se quería saber el cómo. Las tres damas de la izquierda despertaron el interés de un millar de personas –el aforo del teatro Esperanza Iris–, y de la llamada clase política
que también se reunió en torno a la nueva jefa de Gobierno en el recinto que ocupa el primer Congreso de la Ciudad de México.
Y esa clase política, partido por partido, curul por curul, prometió amor eterno a Claudia Sheinbaum. Ni los panistas, con la vieja estrategia de golpear y sobar, podían esconder la manifiesta necesidad de cambio, aunque fuera hacia la izquierda.
Eso significan las mujeres que daban la cara a la ciudad: la garantía de que la ciudad se levantará sin la necesidad de las muletas de la voracidad del mercado. La honestidad a toda prueba de Claudia, la valentía de Rosa Icela y la legalidad de Ernestina cambian el rumbo.
Ayer en el teatro se marcó el camino del gobierno. Los vientos aún soplan a la izquierda, pero el destino y el timón cambiaron de manos. Ahora hay ruta y destino. Ojalá así sea.
De pasadita
El asunto de las escuchas clandestinas no se agota; por el contrario, cada vez parece más enredado, recaba más nombres, abre nuevos horizontes de investigación y, claro, causa cada vez más vergüenza.
El Gobierno de la Ciudad de México no tenía necesidad, menos aún el derecho de espiar a nadie y menos todavía investigar; eso por el tipo de aparatos que manejaban los espacios de la ciudad, que aparentemente no tienen dueño. Eso parece no tener ningún sentido.
Pero, de cualquier forma, lo importante es que lo que se sabe en estos momentos es que el centro de inteligencia
ya ha sido desmantelado y que no funciona más. Ahora sólo falta saber qué se ordenaba allí, contra quiénes estaba dirigido el trabajo y a quiénes, o a quién, obedecían los policías que allí laboraban. Ya veremos.