os cronistas en Ciudad de México tienen una larga historia que comienza con los textos que escribieron en su lenguaje pictográfico los antiguos mexicanos. Después de la Conquista, a mediados del siglo XVI, se nombró al primer cronista oficial de la capital de la Nueva España: Francisco Cervantes de Salazar.
A partir de esa centuria han sido innumerables los cronistas, con o sin nombramiento oficial, que han escrito sobre la urbe. En la actualidad, la crónica –que utiliza muchos subgéneros con gran vitalidad– da ricos frutos. Recientemente se publicaron sendos libros de dos de sus mejores exponentes, quienes también son destacados periodistas y narradores.
Héctor de Mauleón, que además de su obra escrita conduce el programa de televisión El Foco, en Canal 40, nos brinda La ciudad oculta. 500 años de historias, editada por Planeta en dos volúmenes. El cronista nos lleva en un fascinante recorrido por rincones, leyendas, personajes, anécdotas, edificios y calles de Ciudad de México.
Apasionado de la urbe, se ha metido a escudriñar su pasado en libros, archivos y en extensos recorridos por todos sus recovecos. La obra está salpicada de reflexiones y referencias acerca de hechos, sitios y personajes; después de la lectura no veremos igual las calles y edificaciones capitalinas. De Mauleón nos habla de sus secretos e historias y nos devela las muchas vidas que guarda cada lugar.
Los libros están ilustrados con fotografías, croquis, anuncios de periódicos e ilustraciones, lo que proporciona un atractivo adicional. Es una obra imprescindible para quienes quieren penetrar el alma de esta urbe a través de las letras de un autor que la conoce y ama profundamente.
Ese sentimiento amoroso permea igual en Perseguir la noche, de Rafael Pérez Gay, que edita Seix Barral. El tema es el cáncer de vejiga que enfrentó hace unos años y que cimbró su vida, su entorno familiar y laboral.
Con su extraordinario talento, sin dejar de contar los sufrimientos que padeció, entrelaza su historia personal con la de un grupo de escritores modernistas que se vieron involucrados en un asesinato. Amado Nervo, José Juan Tablada, Bernardo Couto, Alberto Leduc y Julio Ruelas caminan por las calles de Ciudad de México de principios del siglo XIX y visitan sus cafés, bares y prostíbulos.
Rafael va con ellos al tiempo que enfrenta su enfermedad y exorciza los padecimientos con la vida extrema que viven los escritores que le acompañan en ese periplo en que el dolor lo mantiene al filo de la vida.
Pérez Gay nos enfrenta a esos temores que todos anidamos frente a la posibilidad de un cáncer. A lo largo de la novela transitamos por un mundo de emociones intensas en el que mucho se agradece su fino sentido del humor.
Como en todos sus libros, Pérez Gay tiene el don de abordar su vida personal: infancia, relaciones familiares, los amigos, el trabajo y volverlos universales. Es inevitable reflejarnos en esa cotidianeidad en la que está presente, como marco y personaje, la entrañable Ciudad de México.
Para brindar por ambos autores vamos al Danubio, que es del agrado de De Mauleón, a disfrutar buenos mariscos, pescados y uno que otro platillo de la comida española. Está en Uruguay 3 y conserva ese aire de las cantinas tradicionales con muy buen servicio: los meseros, muchos de varias décadas, sirven las bebidas en la mesa y satisfacen cualquier antojo.
La decoración son marcos que muestran servilletas con mensajes escritos por comensales que nos hablan de la larga historia del establecimiento, que data de 1936.
Entre sus platillos icónicos destacan la sopa verde de mariscos, langostinos a la plancha (que a mí me gustan con su mojo de ajo bien sazonado, para agregarlo al gusto). Las almejas vivas y manitas de cangrejo son de los favoritos, al igual que los cocteles de delicias del mar. Un vino blanco seco es buena compañía o una chelita bien fría. ¡Salud, Héctor y Rafael!