Morena presentó en la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma al artículo 74 de la Constitución, con la finalidad de prohibir la inclusión de partida secreta alguna en el decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF).

Pablo Gómez, integrante de la bancada mayoritaria en San Lázaro, adujo que si bien a la fecha cada año el decreto de presupuesto señala que no contiene partida secreta alguna, no ha disminuido el enorme volumen del gasto discrecional del gobierno federal.

Así, en el planteamiento del morenista se plasmaría el cambio en la fracción cuarta del ordenamiento constitucional: No podrá haber partidas secretas en el Presupuesto de Egresos de la Federación.

Los argumentos en la exposición de motivos señalan la urgencia de dejar atrás la posibilidad constitucional de que haya partidas secretas, así como de contribuir a que se mantenga en la memoria política del país la existencia, durante muchos años, de esa clase de gastos, propios de la corrupción, como elemento del sistema político.

Desde Venustiano Carranza, pasando por Álvaro Obregón, posteriormente Miguel Alemán, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría hasta Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, el uso discrecional y discriminado de los recursos públicos se convirtió el modo de transferir recursos públicos a actividades, sectores o personajes ligados al presidencialismo omnímodo.

“El desprestigio de las partidas secretas siguió en aumento, por lo cual Álvaro Obregón afirmó en su informe del primero de septiembre de 1921 ante el Congreso que la de la Secretaría de Relaciones Exteriores no había sido tocada. La partida secreta dejó de aparecer en el Presupuesto de 1922, pero se encontraban autorizados gastos extraordinarios e imprevistos, nombre con el que volvieron al presupuesto en 1927.

Bajo gobiernos presididos por civiles, a partir del sexenio de Miguel Alemán, existió todo un ramo de erogaciones adicionales, el cual hacia 1952 alcanzó 6.5 por ciento del gasto total; en 1958, con Adolfo Ruiz Cortines, ese porcentaje se ubicó en 12.5; para 1964, último año del gobierno de Adolfo López Mateos, tales erogaciones, ya con el número 23, representaban 16 por ciento del gasto gubernamental. Con Gustavo Díaz Ordaz se mantuvo ese porcentaje y con Luis Echeverría subió a 24.36 del total del gasto

Y con José López Portillo, en 1982, las erogaciones extraordinarias y los gastos contingentes eran ejercidos directamente por el Presidente. La partida secreta llegó a 56 millones de dólares.