oy vamos a recordar los nombres que tuvo una de las avenidas mas importantes de la ciudad. Como ya comentamos, los nombres de las calles solían aludir a alguna institución, personaje, oficio o leyenda que ahí tenía su sede o hecho acontecido en el tramo de la vía.
El Eje Central Lázaro Cárdenas durante varios siglos llevó, en distintos trechos, los nombres de Santa María la Redonda, San Juan de Letrán y Niño Perdido. Ya hemos hablado de la historia de los dos primeros, hoy nos referimos al segundo, con datos nuevos, y al tercero, del que hay varias versiones.
Una habla de una pequeña capilla que recordaba cuando el niño Jesús se perdió en el templo. La otra remonta el origen del nombre al año de 1720, en que don Enrique Verona, joven y talentoso escultor de origen castellano contratado para colaborar en la elaboración del altar de los reyes de la Catedral, se prendó de la bella doña Estela de Fuensalida.
A ella también la pretendía el opulento platero don Tristán de Valladares, tan vasto en dinero como en años. La agraciada joven decidió enfrentar la furia del rico y prefirió el amor del artista, con quien contrajo matrimonio e instaló su residencia por los lejanos rumbos del río La Piedad, en donde nació su primer hijo.
Al poco tiempo del nacimiento, una noche de diciembre, alguien prendió fuego al pajar contiguo a la casa de la feliz pareja y entre las llamas, la humareda, la angustia y los gritos, el pequeño desapareció.
La madre, en total abatimiento, corría por la calle gritando: ¡Mi hijo se ha perdido! ¡Madre mía, devuélveme al niño perdido!
Cerca del amanecer, la madre desolada vio la figura de un hombre que cubría un bulto con su capa, sin dudarlo se lanzó sobre el sujeto que resultó ser el pretendiente despechado que huía con el pequeño de la amada. A partir de esa fecha el rumbo recibió el nombre de Niño Perdido, en recuerdo del angustioso acontecimiento.
Hace un tiempo conocimos la investigación del joven historiador Alejandro Hernández García sobre el Colegio de San Juan de Letrán, del que poco se sabía con detalle, y que fue el que bautizó parte de la importante avenida hasta los años 70 del siglo XX, en el que se le nombró Eje Central Lázaro Cárdenas.
Entre otros datos interesantes nos enteramos de que su fundación data de alrededor de 1548, cuando fue aprobado por el Real Patronato, siendo de las primeras instituciones educativas de la Nueva España. Su propósito era acoger niños mestizos, hijos de india y español, que eran abandonados a su suerte. A tres personalidades de la época se adjudica su creación: el virrey Antonio de Mendoza, el obispo fray Juan de Zumárraga y el misionero franciscano fray Pedro de Gante.
Alguna vez comentamos que la Academia de Letrán se fundó en 1836, en las habitaciones del viejo colegio que ocupaba José María Lacunza, con escritores que habrían de llegar a ser glorias de la literatura y el pensamiento crítico y liberal, como Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Carpio, Mariano Galván, Eulalio Ortega, Manuel Gorostiza y Guillermo Prieto. Los apadrinaba Andrés Quintana Roo, el ilustre intelectual e insurgente, esposo de Leona Vicario.
La añeja institución fue demolida en 1857, pero dejó su recuerdo en el nombre de la vía, el que ya también desapareció con la modernización. En la que ahora se llama Eje Central Lázaro Cárdenas esquina con Uruguay, segundo piso, se encuentra el restaurante Casa Rosalía, que desde hace más de 80 años ofrece abundante comida de la península ibérica.
Nació con la llegada de los refugiados españoles, muchos de los cuales se fueron a vivir al vecino barrio de San Juan. Es de los pocos que conserva el menú tradicional
, con cuatro platillos y servidos cada uno de ellos con generosidad. Lo reto a comer completo: ceviche, caldo gallego, paella, pescado rebozado y arroz con leche. Para pelotari vasco, ¿no cree usted?