Opinión
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Infancia y sociedad

Derecho a la educación I

E

s un error esperar al gran desarrollo económico para que todos los niños se alimenten bien y estén en la escuela. En este sentido, hay que forzar el futuro, porque la cuestión es exactamente al revés: sólo con generaciones de menores bien alimentados y escolarizados México se transformará y tendrá mejor desarrollo económico.

Con cuatro millones de infantes sin escuela, antes de hablar de calidad educativa, el nuevo gobierno debe tener claro que para cumplir el derecho a la educación es necesario lo siguiente: que todos los niños estén bien alimentados para que puedan aprender, que dispongan de los materiales escolares gratuitos, que haya colegios de fácil acceso –estén donde estén–, que los maestros estén bien pagados, capacitados y entusiasmados. Además de instalaciones dignas y seguras.

Para crear esas condiciones se requiere una enorme inversión que todavía no está considerada en presupuestos federales, a pesar de ser la educación prioridad clave para la anhelada Trasformación. Habrá que empezar por reducir la excesiva burocracia educativa que consume gran parte del presupuesto. Así, la calidad educativa ya tendrá dado el primer paso.

Hay distintas formas de entender la calidad educativa según los objetivos propuestos. Pero conviene, por lo pronto, distinguir entre instrucción, entrenamiento o educación como formación y realización de la persona humana.

También hace falta cambiar el esquema que da más importancia a la educación superior que a la inicial, prescolar y primaria, que en realidad son las que garantizan el éxito posterior.

Para entender cuán fundamental es la educación de los infantes, se puede mirar a las sociedades animales: los individuos nacen con una estructura instintiva tan completa que sólo requieren un mínimo periodo de crianza para convertirse en seres plenos de su especie.

Nosotros, en cambio, requerimos intervención externa para constituirnos como humanos. Por ejemplo, desde que apareció el lenguaje ningún idioma se ha fijado hereditariamente: el niño aprende a hablar con una lengua materna, llamada así por ser la primera que adquiere y sin la cual el lenguaje colectivo sería imposible… (Continuará)