Caravana migrante: crisis del neoliberalismo voraz
l estadio Jesús Martínez Palillo, de la Ciudad de los Deportes, está ocupado por miles de personas centroamericanas que representan la crisis del neoliberalismo voraz, el saldo de un sistema que expulsa lo que no le sirve, lo mata, lo desaparece o lo encarcela. Pero también es la expresión de una sociedad solidaria que se niega a que le arrebaten su humanidad y empatía.
Hace falta de todo, principalmente artículos de limpieza personal, pero el México de abajo, que tiene también un familiar migrante en Estados Unidos, extiende su mano; mientras, hay que decirlo, otro sector de la sociedad los criminaliza y discrimina en el anonimato de las redes sociales.
Marisol es de Honduras, como la mayoría de los más de 5 mil que cumplieron este viernes cinco días en Ciudad de México. El jueves 8 de noviembre acudió a la Basílica de Guadalupe, a llevarle flores y a dar gracias por estar aquí
y a pedirle que la acompañe en su ruta a Estados Unidos. Ahí se encontró con un policía que golpeaba a un compatriota. Se detuvo a filmarlo con su celular y el policía capitalino respondió arrebatándole el teléfono, sometiéndola en el piso y dándole un rodillazo en la cara. Un moretón en la mandíbula da fe junto a su testimonio cargado de ira. Venimos huyendo de la violencia en nuestros países y nos encontramos con la violencia de aquí
, lamenta.
Más allá de cualquier teoría conspirativa, aquí hay una emergencia humanitaria inédita. Ríos de miles de personas atraviesan estos días el país con lo que llevan puesto, huyendo de una crisis estructural en sus países que ha provocado un índice de violencia inaguantable para cualquiera, al que se suma la pobreza extrema, el autoritarismo, la falta de libertades y la falta de horizonte.
Continuar con la solidaridad activa y radical hacia los miles de caminantes es lo que toca, mientras se condenan las políticas de los gobiernos centroamericanos que los expulsan; la política migratoria de México que en diferentes tramos de la ruta los está violentando; y los llamados fascistas de Donald Trump al que se unen los grupos de ultraderecha que los esperan con las armas en la mano.