Cultura
Ver día anteriorSábado 10 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
La nueva pieza maestra de Ólafur Arnalds
Foto
Foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de noviembre de 2018, p. a12

Re: member, unfold, saman brot, inconsist, they sink, ypsilon, partial, momentary, undir, ekki hugsa, nyepi, el nuevo disco de Ólafur Arnalds es un compendio de magia.

Se titula Re: member; las 12 piezas que lo componen se titulan así: Remember, unfold, saman, brot, inconsist, they sink, ypsilon, partial, momentary, undir, ekki hugsa y nyepi y uno al escuchar el disco y ver los nombres de las piezas piensa de inmediato en el inconcebible universo, en el Aleph de Jorge Luis Borges:

‘‘Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres deAmérica, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, viun laberinto roto (era Londres), viinterminables ojos inmediatosescrutándose en mí como en unespejo…

‘‘Vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierraotra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.

Piel chinita.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

(El inconcebible universo, por cierto, se llama el reciente libro de José Gordon, que viene mucho al caso y que recomiendo ampliamente. Se consigue en la librería de La Jornada).

El nuevo disco de Arnalds describe al inconcebible universo. Lo transcribe. Para realizar tan prodigiosa transcripción, inventó un sistema que me hace pensar de manera irremediable, sin comparar por supuesto, en Julio Verne, en Da Vinci y en Conlon Nancarrow.

Este músico islandés, Arnalds, viejo conocido del Disquero, inventó un software que le permite hacer música desde su piano y al mismo tiempo en otros dos pianos. De manera que en su disco escuchamos tres pianos, además de percusiones, cuerdas, sintetizadores y una voz privilegiada, en pos de voz de mujer pero es de SOHN, artista británico.

Si acaso el lector no ubica a Ólafur Arnalds, comparto el vínculo hacia el texto del Disquero cuando lo dimos a conocer en México:

https://goo.gl/JnHhBY

y mi reseña de uno de los discos acunados en el corazón del Disquero:

https://goo.gl/s1QncY

en este disco, Island songs II, viene una de las composiciones de Ólafur Arnalds que cambiaron para bien la vida del Disquero. Comparto:

https://goo.gl/ow57JR

Ólafur Arnalds es, como han podido constatar si pusieron a andar los links anteriores, un poeta.

Su condición de islandés lo dota de poderes mayores.Toda su música nos lleva a ensueños, viajes cósmicos, amaneceres, pleamares.

Luego de dos años de trabajo, Ólafur completó un programa de software llamado Stratus.

El procedimiento es tradicional: sensores en su piano acústico llevan la señal analógica a una caja negra, un MIDI, donde Stratus procesa y produce dos canales de audio, con señales diferentes, hacia dos pianos cuyas teclas se activan solas.

Ese procedimiento, el de un piano que ‘‘toca solo”, nos conduce hacia el compositor mexicano de origen estadunidense, Conlon Nancarrow, quien en su casa de la colonia Las Águilas, en Ciudad de México, construyó una orquesta entera, que suena mediante un complejo sistema neumático activado por tarjetas perforadas, como un antecedente visionario a las tarjetas con las que se programaban las primeras computadoras en la UNAM.

Foto

Y aquí viene lo más interesante: mientras Nancarrow inventó su orquesta particular porque los músicos de la Sinfónica Nacional y cualquier otro músico, se negaban a tocar su música por considerarla difícil, a Ólafur Arnalds le sobran músicos que quieran interpretar su obra.

Lo que interesa a Ólafur es el pensamiento musical, cambiar su propio pensamiento musical: él compone música en su piano y el resultado produce no solamente una música distinta, sino otras dos músicas distintas y el procedimiento se vuelve más fascinante y se emparenta ahora con el sistema que inventó el compositor Steve Reich, y bautizó como phasing y tiene que ver con un proceso acumulativo que va generando nuevos discursos.

Es por eso que hay pasajes en el disco que hoy nos ocupa, que nos conducen hacia Philip Glass, Max Richter y Reich, sin que ninguno de los mencionados sea un compositor minimalista, como erróneamente se considera.

La revolución conceptual que activa Arnalds me lleva también a Julio Verne: uno de los dos pianos ‘‘robots” que activa Ólafur se llama, me dice mi mente al escucharlo, Phileas Fogg, mientras su compañero de al lado, alado, se llama Jean Passepartout.

Julio Verne viaja a la mente de quien escucha este disco islandés porque nos pone en marcha el motor del deseo de saber ‘‘con la sencillez monástica de un pensamiento que se mueve dentro de una campana de quietud y silencio”, de acuerdo con José Gordon en su libro El inconcebible universo.

En su soneto 108, William Shakespeare canta:

What’s in the brain, that ink may character
which hath not figur´d to thee my true spirit?
what’s new to speak, what new to register,
that may express my love, or thy dear merit?

En su libro, José Gordon explica: ‘‘Cuando Shakespeare describe la bóveda del firmamento en la noche nos dice que hasta lo más pequeño que se observa –al moverse– produce una sutil melodía angelical”.

He ahí el efecto al escuchar re: member, el disco de Ólafur Arnalds. Somos nuevamente (re) miembros (member), formamos parte del universo, somos partículas (Particles, se titula la composición de Ólafur cuyo link compartimos aquí, en párrafos anteriores) del cosmos y resonamos en armonía.

Este disco nos lleva a Da Vinci en una de sus máquinas de volar, nos trepa a una de sus bicis, nos traza con su escritura de disléxico, de derecha a izquierda, el orden del cosmos.

Algunos le llaman inteligencia artificial, otros hablan de algoritmos, otros más de números exponenciales, pero esta música no es ni robótica ni sintética ni artificial. Es poesía, es proporción áurea, es la sucesión infinita de números naturales de Fibonacci.

Es Aristóteles en la antigua Grecia, pero armado con dispositivos digitales.

Es música. Es decir, es un ser alado que suena en el transcurso del tiempo pero que no tiene tiempo. Ni espacio.

Flota, vuela, esplende.

Eso experimenta el escucha frente a esta nueva obra maestra de Arnalds.

[email protected]