l entusiasmo que pudo haber generado la presidencia de Lula da Silva en Brasil entre 2003 y 2010 se derrumbó desde hace tiempo. Y, ahora, con él en la cárcel, con la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y el breve mandato de Temer, que desmanteló las políticas instrumentadas por ambos, se ha elegido a Jair Bolsonaro como nuevo presidente.
Bolsonaro ha dejado en claro qué quiere hacer. Con antecedentes militares y de talante autoritario va afirmando el vuelco que pretende provocar. El ministro de finanzas que se anuncia para el gobierno a partir del primero de enero del año entrante es Paulo Guedes. Representaría, según dice el diario Financial Times, un momento Pinochet
en la economía más grande de América Latina.
Se refiere al regreso de la escuela de Economía de Chicago, protagonista de la implantación del modelo neoliberal, empezando la década de 1980 con la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Recordemos someramente los postulados del modelo económico de Chicago en Chile. Y cuando se hace referencia al modelo económico debería entenderse que este es parte constitutiva del modelo político.
Un ajuste del tamaño del que se hizo en Chile no hubiese sido posible sin el gobierno militar. No hay políticas económicas neutrales. Todas tienen destinatarios, unas de manera explícita y otras de modo implícito.
Los neoliberales consideran que la condición más importante de la libertad individual es, precisamente, el libre mercado. Por ello, el alcance del ejercicio del gobierno debe limitarse estrictamente; la democracia puede ser un factor deseable, pero tiene que restringirse cuando sea necesario para proteger las libertades que se despliegan en el mercado.
Las medidas económicas se orientan, pues, bajo la óptica de que el mercado, mientras más desarrollado esté, constituye el sistema económico más productivo y que, por ello, es emulado en todo el mundo. Proponen, extendiendo esta concepción de la sociedad, que en la medida en que el mercado se propaga, las fuentes de los conflictos sociales tienden a reducirse. Como se sabe, estas ideas llegaron a considerar, después de 1989 y la caída del comunismo, que en el marco de un mercado libre global la democracia y la paz se impondrían en todas partes.
La política neoliberal pretendió en Chile una reformulación radical de la economía, la sociedad y la política para sobrepasar la experiencia del anterior gobierno socialista. Se trataba de que, apoyándose en el poder militar, se allanaran los obstáculos y las distorsiones que impedían el funcionamiento eficaz de los mercados.
Menos gobierno llevaría a menores presiones de distintos sectores para conseguir concesiones especiales. El desarrollo del mercado de capitales alinearía los intereses económicos y provocaría apoyos políticos. La apertura económica alentaría la competencia y la rentabilidad disminuyendo los subsidios y los aranceles. La liberación del mercado laboral acotaría el poder de negociación de diversos grupos de presión. La finalidad en materia monetaria era reducir la muy elevada inflación y, en materia fiscal reducir el gasto y el déficit público.
El vuelco político en Brasil, conseguido con una fuerte mayoría electoral de Boslonaro, ocurre en un escenario de severo estancamiento productivo y grandes presiones fiscales y de deuda.
El producto apenas crece y eso contiene el aumento de los precios en el orden anual de 4 a 5 por ciento; la tasa de desempleo rebasa 12 por ciento, el déficit fiscal es casi 8 por ciento del producto y la deuda pública supera 74 por ciento del mismo.
El gobierno electo tiene que aplicar un ajuste; eso es lo que indicaron que quieren los electores, aunado a un clamor generalizado en toda la región en contra de la corrupción.
Todo esto se reconoce, me refiero a la reiteración de situaciones económicas críticas que imponen ajustes con costos que necesariamente se distribuyen de manera inequitativa entre la población. Argentina atraviesa de nueva cuenta por otra crisis y nuevos ajustes.
Cada uno de los episodios de crisis tiene su propia explicación y siempre hay algún experto que la proponga. El caso es que no se consigue asentar un programa de crecimiento económico y de mejoramiento del bienestar social que cierre las brechas que existen y que se sostenga.