Lunes 5 de noviembre de 2018, p. a16
Oventic, Chis., Aquí, en el Caracol de Oventic, durante el Festival de Cine Puy ta Cuxlejaltic (Caracol de Nuestra Vida), las pelpiculas se ven con el encuadre del pasamontañas, el enfoque del paliacate, la hermenéutica zapatista y la simple fascinación de dejar entrar la luz a los ojos y maravillarse con la experiencia colectiva.
En este bello set de Oventic se cambió el glamur de la alfombra roja por la montuosa colina de tierra, piedra y pasto, donde los asistentes se deslizaron hacia las dos salas, de techos de lámina y bancas de madera, Comandanta Ramona y 3D (por tener tres pantallas), para rebosarlas y celebrar su festival de manera emotiva y ordenada. Más de dos mil asistentes reunidos en cada sala recuerdan a esas tandas del cine mexicano de antaño.
Aquí, en Oventic, azora el murmullo de esos más de 2 mil espectadores por sala, que luego se desboca en una risotada comunal al momento en que en la pantalla un viejo cardenchero, de adusto rostro pétreo, se niega rotundamente a entonar cualquier copla ante la insistencia y posterior rendición de su esposa. Sorprende también el tronador y repetido aplauso de esas cuatro mil palmas al momento del triunfo indígena guatemalteco que se muestra en el documental 500 años.
La satisfacción de la victoria del protagonista moreno de la cinta Bayoneta cuando consigue besar a la güerita vikinga desembocó en un batir de palmas, coronado con ¡uujuuu!
, que sonó al unísono.
Sensaciones detrás del pasamontañas
Los embates de olas de sensaciones que se desarrollaron tras el pasamontañas y el paliacate cuando la mamá de Ana (Ana y Bruno) está a punto de recibir electroshocks devieno descargas de alientos filtrados por la tela que cubría las bocas.
La perspectiva aguzada del paliacate y el pasamontañas relució cuando un avión se reflejó en el piso mojado de una casa de la lejana colonia Roma, en Ciudad de México, momentos antes de que una mujer comenzara a tallarlo e inicirá su odisea cinemática en blanco y negro contada por Alfonso Cuarón.
La gente se relajó en las bancas de las salas al ver el periplo de los hermanastros Rudo y Cursi en su divertida ascensión a la fama desde su paupérrima condición y su doloroso regreso a la pobreza, historia contada por Carlos Cuarón, quien, en opinión del Sub Galeano, fue el único que no revisó su agenda para decir que sí acudiría al festival.
Aquí, en el territorio rebelde de Oventic, no hubo lugar para la estrellitis. “No es que no sean famosos, es que aquí los conocemos por sus personajes como el del Curita Pecador o el malo/bueno de El Cochiloco”. Los nombres no les dicen nada. Los actores, directores y productores son mirados y tratados como iguales, son atendidos con cortesía. Eso sí, se brinda respeto a todos los que trajeron sus películas y a los que han hecho posible el festival con un reconocimiento.
Al término de las funciones, los cinéfilos zapatistas provenientes de otros Caracoles regresaron a sus campamentos improvisados para aguardar la siguiente jornada de este festival, que concluirá el 11 de noviembre. Las películas cerrarán su ciclo en la mente de cada asistente, que les dará su interpretación.
Aquí, en Oventic, durante el Festival de Cine Puy ta Cuxlejaltic, la emoción de los zapatistas se proyecta en la pantalla.