l carácter de un pueblo se conoce por su capacidad para ejercer la solidaridad. Lo hemos visto recientemente en México, en la manera en que la sociedad superó al Estado durante el terremoto. Como señala el youtuber Víctor Pool, migrante mexicano afincado en Valencia, España, respecto a la #CaravanaMigrante: Me siento orgulloso porque un pueblo demuestra la fuerza para hacer lo que ningún Estado, político, patriotero o medio de comunicación se atreve: romper fronteras que no deberían existir. Porque estas personas, familias enteras, una vez más, desde lo más recóndito, nos están mostrando el camino
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Familias con niñas y niños en brazos están poniendo en jaque a la política neocolonial y represiva de movilidad que los gobiernos de los países ricos han impuesto desde hace décadas. Recientemente observamos cómo la Unión Europea reprimía masivamente a los refugiados sirios que huían de la guerra. Una guerra, que no queda de más decirlo, ha sido fomentada durante todo el proceso por las fuerzas occidentales (véase goo.gl/Zc8yGR).
La #CaravanaMigrante de centroamericanos, sin embargo, representa una novedad esperanzadora. Se trata de la migración organizada colectivamente, a plena luz del día y con las cámaras acompañándola. El coste político de la represión puede ser muy alto para cualquier gobierno. Así, se rompe de lleno con la estrategia de la migración individual y desorganizada, cuyo riesgo de sufrir violencia la ha convertido en un método inviable.
La respuesta de una parte de la sociedad mexicana y del gobierno no ha estado a la altura. Siento indignación por la campaña racista y xenófoba de algunos compatriotas mexicanos. He leído comentarios en redes sociales cargados de ignorancia, racismo y xenofobia. Siento vergüenza por la respuesta del gobierno, que ya envió a la Policía Federal y atacó con gases lacrimógenos a familias desesperadas en la frontera. Siento lástima por tener que reconocer que mi país se doblega ante las amenazas de la política neofascista de Trump.
No podemos olvidar que la mayoría de los migrantes de la caravana escapan de un contexto de guerra integral iniciado por el golpe de Estado a Manuel Zelaya en 2009, orquestado por la derecha hondureña y auspiciado por el gobierno de Estados Unidos. Su delito: intentar poner en práctica políticas sociales para su pueblo.
Para combatir el racismo institucional y social hay que dar la pelea en dos campos, fundamentalmente. El primero es el del acompañamiento, de la solidaridad organizada. Es imperativo que los movimientos sociales alternativos hagan presencia y acompañen a la caravana migrante. En segundo lugar, hay que dar la batalla en el campo de las ideas: debemos ser capaces de ofrecer argumentos. Por ejemplo, evidenciar que no estamos viviendo ninguna invasión. La población migrante en México es de 0.99 por ciento, es decir, no llega ni a uno por ciento (véase goo.gl/aKrYqT). Se ha informado en medios de comunicación que la caravana migrante está integrada, después de su paso por Guatemala, por 4 mil 500 personas.
En el hipotético caso de que el gobierno mexicano ofreciera asilo y vías seguras y legales para 50 mil personas más –estoy hablando de más de 11 veces el total de la caravana migrante– el porcentaje de inmigrantes en México apenas llegaría a 1.03 por ciento. Es decir, una cantidad insignificante. No sólo eso: si tomamos en cuenta que la densidad de población en México es de 63 habitantes por kilómetro cuadrado, la supuesta invasión queda evidentemente reducida a un comentario ignorante y racista.
Por otro lado, al igual que hacen conservadores y xenófobos de los países ricos, hay quienes argumentan que los migrantes vienen a quitarnos el trabajo o a quedarse con las ayudas. Hemos de señalar que estas familias huyen del mismo modelo, el neoliberal, que obliga a nuestros compatriotas a buscarse un futuro mejor en Estados Unidos. Es el mismo sistema que nos obliga a pelearnos entre desheredados por las migajas, el que criminaliza al más pobre, al diferente y lo culpa de ser causante de las crisis económicas. La pobreza y la escasez de recursos no la generan los migrantes, sino los gobiernos de derecha o de izquierda neoliberal, que no ponen límites al capitalismo salvaje.
Los blancos de países ricos y las coca colas pueden viajar a cualquier punto del globo, pero el movimiento de las personas racializadas y pobres no es tolerada por el neoliberalismo. Se trata de la estafa liberal neocolonial de toda la vida. Se acepta y promueve el movimiento de mercancías y de personas sólo en la medida en que facilite la acumulación de capital en unas pocas manos. La mano invisible del mercado no existe, sólo los intereses de la acumulación capitalista. Ya está bien de permitirlo. ¿Estará el pueblo mexicano a la altura de lo que se requiere?
* Sociólogo especialista en migración