ste año el Museo Nacional de San Carlos cumple 50 años de vida. Se dice fácil, pero mantener bien conservado, activo y vigente un espacio cultural, no exageramos al decir que es una hazaña. Hasta hace unos años hay que reconocer que no había en nuestro país una cultura para acudir a estos recintos.
En las últimas décadas algunas exposiciones extraordinarias, varias de ellas internacionales, han atraído a gran número de asistentes, en algunas ha sido sorprendente ver largas filas de gente en espera para entrar.
Esto nos habla de que ya está en formación un público que disfruta de los museos; sin duda, ha sido en gran medida gracias al gran esfuerzo que han hecho las instituciones y los directores, quienes con pasión y generalmente con pocos recursos han organizado mejores muestras cada día, muchas que compiten con las de las mejores salas del mundo.
Ese es el Museo Nacional de San Carlos que se encuentra alojado en el hermoso palacio neoclásico que la marquesa de Selva Nevada mandó construir al notable arquitecto y escultor Manuel Tolsá. Era un regalo para el hijo que no heredaría su mayorazgo, pero a quien, en compensación, le daba el recién adquirido título de conde de Buenavista.
La construcción, situada en Puente de Alvarado 50, es una belleza. Tolsá diseño un original patio ovalado, único en su género en nuestro país, rodeado por una columnata de pilastras dóricas.
Esta hermosura custodia la colección de arte europeo que perteneció a la Academia de San Carlos, que nació dentro de la Casa de Moneda, ya que originalmente se creó como escuela de grabado con el fin de formar personas que diseñaran las monedas que ahí se forjaban. Con visión, el director Jerónimo Antonio Gil propuso que se estableciera una academia en donde se enseñara también pintura, escultura y arquitectura.
Desde sus primeros tiempos se buscó integrar una colección de obras de arte de grandes maestros que sirvieran de modelo a los estudiantes. Ésta se enriqueció con trabajos de los propios docentes, muchos venidos del viejo continente, y de alumnos sobresalientes.
Muchas aventuras vivió el acervo a lo largo de los siglos al igual que –por su lado– las vivía el Palacio de Buenavista, que finalmente nunca fue ocupado por el conde, tuvo muchos dueños y muchos usos hasta que en 1968 fue acondicionado para servir de sede al recién creado Museo de San Carlos.
De eso ya transcurrieron 50 años y ahora el recinto está en una de sus mejores épocas. Su dinámica y apasionada directora, Carmen Gaitán, con el apoyo del generoso patronato que preside Miguel Alemán, han restaurado el inmueble, actualizado la museografía y acaban de presentar la magna exposición Evocaciones Museo Nacional de San Carlos 50 aniversario. Mostraron 250 obras que fueron la semilla de la vasta colección que resguarda el recinto, que integraron obras de Europa y México que sirvieron de modelo para los estudiantes de la Academia de San Carlos, de donde surgieron nuestros mejores artistas a lo largo de más de 200 años.
Recordemos que el museo custodia desde piezas antiguas de arte clásico de los siglos V, VIII y X, después de Cristo hasta obras realizadas en la primera mitad del siglo XX. Fue inaugurado en 1968 y en 1994 por decreto presidencial se instituyó como Museo Nacional.
En este medio siglo el Museo Nacional de San Carlos ha sido el recinto que ha mostrado el arte del mundo y ha dado lugar a una revisión amplia y un acercamiento a las corrientes y propuestas estéticas del pasado europeo y sus influencias en nuestro continente.
La visita a este prodigioso recinto merece una buena comida: a unas cuadras, en José María Iglesias 55, junto al Monumento a la Revolución se encuentra el restaurante Puerto Chico, que ofrece la mejor comida española de la ciudad.
Si el bolsillo está limitado, justo enfrente del museo, sobre Puente de Alvarado, se encuentra La Casa de los Abuelos con sabrosa comida casera en un ambiente agradable.