través de los tiempos, la sociedad internacional siempre ha estado dividida en un mosaico de culturas diferentes, lo cual no ha impedido identificar cuáles han sido las metas que la experiencia ha tipificado como permanentes y constantes, entre las que podemos destacar la necesidad de mantener al conglomerado humano bajo algún régimen de orden con justicia, como bien lo señala en su interesante artículo sobre el proceso histórico de la cooperación internacional A.M. Taylor en su obra Regionalismo y el nuevo orden económico internacional, editado por Nichol Davis, sin embargo, como en el pasado, hoy día los obstáculos para perfeccionar los sistemas de cooperación internacional son muy diversos, sobre todo mientras se sigan propiciando políticas hegemónicas.
Peor aún son los peligros en una época como la que vivimos, en que los conceptos vertidos por los estadistas y políticos en la arena internacional tienen diferente significado para diferentes personas. Libertad, moral internacional y el concepto mismo de paz –decía Ralph Buche al recibir el Premio Nobel de la Paz– son utilizados inclusive como instrumentos de propaganda de políticas belicistas.
Con este sombrío panorama se ha iniciado en Nueva York otra Asamblea General cuya actividad está regida por una Carta constitutiva suscrita originalmente por 51 países que se publicó por primera vez en The New York Times, mientras aún resonaban los cañones en el campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial y en ese importante diario aparecía aún la ya tradicional lista de los muertos de campaña. Muchos de los representantes que la suscribieron abandonaron sus países destrozados por la guerra y con dificultades inclusive para llegar a la ceremonia, debido a las acciones de guerra que aún ocurrían en varias partes del mundo.
Hoy día, algunos predicen que las Naciones Unidas desaparecerán igual que la Liga, aunque su fracaso no provocará una Tercera Guerra Mundial, ya que del holocausto seremos salvados gracias al equilibrio del terror en el que vive el mundo
, sino que más bien la organización gradualmente pasará a desuso, excepto en algunos temas de menos importancia que no atenten contra los intereses de las grandes potencias; otros agregan que si bien en asuntos de paz y seguridad la ONU dejará el paso al viejo sistema del equilibro de poder, la organización seguirá siendo importante en temas de naturaleza no política, muchos de los cuales sólo pueden ser solucionados mediante la cooperación internacional, tesis que, huelga decirlo, no aceptamos, entre otras razones, porque está basada en un concepto muy limitado de lo que significa mantener la paz en un mundo moderno.
Creemos firmemente que con base en el excelente documento circulado recientemente por la cancillería mexicana sobre las prioridades de México en la Asamblea General en curso, deberíamos de organizar con países afines ofensivas parlamentarias sobre objetivos más concretos, como por ejemplo luchar a fin de reducir hasta su eliminación las armas de destrucción masiva sin contar con un tratado que no va entrar en vigor; luchar también como parte del Tratado de Tlatelolco –que por cierto no es mencionado para nada en el citado documento– para modificar las declaraciones de las potencias nucleares que suscribieron el Protocolo II de dicho tratado, en las que se adjudican ilegalmente el derecho de hacer uso de armas nucleares contra estados latinoamericanos y caribeños Parte del Tratado y, por último, dentro del capítulo de revitalización de la Asamblea General, quizás podríamos promover la vigencia de la Resolución Unidad de Acción en Favor de la Paz, aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1950, que ha constituido el fundamento de una nueva norma, basada en el criterio de que si el Consejo de Seguridad, por falta de unanimidad entre sus miembros permanentes deja de cumplir con su responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales en un caso que se detecte una amenaza a la paz, un quebrantamiento a la paz o un acto de agresión, la Asamblea General deberá examinar el tema y adoptar las resoluciones del caso, esto basado en el artículo 24 de la Carta de la ONU, que confiere al Consejo de Seguridad la responsabilidad primordial no única de mantener la paz y la seguridad, lo cual implica que la carta contempla una responsabilidad subsidiaria que no puede radicar sino en la Asamblea General.
Embajador emérito
Escribe a título personal