os de octubre toda la semana. Y también antes y después. Una nota para La Quincena de Monterrey, que dirige Luis Lauro Garza; una entrevista para el programa Personajes & Opiniones de Saltillo a convocatoria de José Guadalupe Robledo, y por último una mesa sobre el tema en el seminario que organiza la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila.
El episodio. Fue el 20 de septiembre de 1968. Dos días antes el Ejército, por órdenes de Gustavo Díaz Ordaz, había asaltado la UNAM con el propósito de secuestrar (no hay otra forma de llamar al atentado) a los estudiantes líderes del Consejo Nacional de Huelga.
En Saltillo, dije a los asistentes al seminario de Ciencias Sociales, la noticia fue como un rayo en cielo sereno. Los jóvenes activistas del PRI se reducían a tareas elementales y a obedecer, por órdenes de arriba, la línea de su partido. Los demás, salvo quizá un puñado de jóvenes comunistas, desconocíamos las prácticas partidarias. Hasta ese momento, mi única acción revolucionaria había consistido, junto a Emilio Oyarzábal, en proponer que fuera cambiado el calendario A
, que regía en la Escuela de Jurisprudencia, al calendario B
. El director, nuestro querido don Pancho (Francisco Cárdenas), era el indiscutible patriarca del plantel. Denunció la conjura de unos lobos embozados
, afirmó que renunciaba al puesto y se fue a su casa. Un nutrido grupo de maestros y alumnos le fue a rogar que no los dejara en la orfandad y que regresara al lugar que nunca, por sus grandes méritos, debió haber dejado. Emilio y yo quedamos en calidad de perros del mal. Desde hace buenos años, mi antigua escuela se rige por el calendario B
.
Un grupo de estudiantes saltillenses estaba en el Tecnológico de Monterrey (para mí manejar el Tec es como administrar una ferretera; si resulta que no es negocio lo quitamos como cualquier otro y lo cerramos, dijo el industrial Eugenio Garza Sada, según lo consignan en Vientos de libertad y democracia rebelde. 1968-2018, Francisco Javier Cepeda y Katia Sofía Escudero). Ese grupo, por el mayor clima de politización estudiantil que había en Monterrey, promovió una mesa de discusión en Saltillo. Allí se produjo la idea de convocar a un mítin informativo
. Por este motivo me hicieron permanecer tres días en la Sexta Zona Militar. Nada, he dicho, ante el cruel castigo, la desaparición y el asesinato de muchos otros, jóvenes sobre todo. El mitin, rodeado de policías o soldados, se desarticuló. El movimiento gestó, no obstante, un mayor nivel de conciencia, y uno de sus frutos sería la conquista de la autonomía por la universidad pública de Coahuila.
Aparte de la relación factual es preciso tratar de explicarse la razón por la que un Estado pueda reprimir, sin mayor costo político, un movimiento social de carácter pacífico. La existencia de un partido quasi totalitario y de un jefe de gobierno y de Estado –también, por el mismo precio, jefe de toda la burocracia, del Ejército y de los otros llamados poderes y aun de organizaciones civiles– convertía al Presidente de la República en dueño, así fuese por seis años, de un poder semejante al de un monarca despótico. Militar con uniforme o de saco y corbata civiles, tenía detrás una tradición política y social fincada en una jefatura militarista impuesta por un sangriento cambio de régimen y una movilidad social producto del Estado de semibienestar.
Por qué reprimen las democracias se pregunta en su libro Mauricio A. Rivera. Porque no son democracias, me parece. Considerar democracias, sólo porque en los países de América Latina hay elecciones puede conducir a un ejercicio sociológico, pero desde luego a errores teóricos evidenciados por la realidad.
El triunfo de Morena, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, responde a una tradición diferente (a la de la lucha política y social pacífica). ¿Quiere esto decir que su gobierno será por ello mismo democrático? ¿Puede una democracia florecer en un país surcado por una cordillera con cimas monopólicas y fondos de pobreza y desgajamiento?
Hasta ahora, Morena confunde oposición política con un partido y un futuro líder en el poder, que ofrece austeridad y honestidad como pilares de su gobierno.
Frente al practicismo que los grandes empresarios pretenden hacerle operar al próximo gobierno, su electorado –y claro, su partido– deben exigirle coherencia con aquello que se prometió en campaña. No con esto vamos a inaugurar la democracia, pero sí podremos tener un poder público que no sustituya las leyes y las decisiones de las bases por órdenes de arriba
. Morena tiene que empezar por su militancia misma: formarla en la autogestión responsable y no seguir, como puede resultar de un liderato fuerte, la línea indiscutible e ineluctable del jefe o de los subjefes.