Irse para quedarse
penas unos meses después de la rebelión popular que depuso a Serge Sarksian, el anterior gobernante, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinian, con minoría en el Parlamento, pero todavía con multitudinario apoyo en la calle, quiere dimitir para forzar elecciones legislativas anticipadas a más tardar en diciembre siguiente y empezar 2019 relecto como jefe del Ejecutivo –de esa pequeña república ex soviética del Cáucaso con sistema parlamentario–, por una mayoría favorable de la Asamblea Nacional integrada por 105 diputados.
Pashinian pretende acabar así con el bloqueo a sus acciones de gobierno por parte de la bancada más numerosa –afín por inercia a Sarksian–, que esta semana amagó con aprobar una ley que haría casi imposible disolver el Parlamento, con la intención de que la popularidad del primer ministro se desgaste y llegar en mejores condiciones a los próximos comicios que por ley deberían celebrarse dentro de cuatro años.
Maniobra contra maniobra, Pashinian hizo un llamado urgente a frenar lo que calificó de contrarrevolución impulsada por la bancada de diputados ahora mayoritaria y, en apenas dos horas, pudo reunir a decenas de miles de seguidores en un mitin junto a la sede del Legislativo, dispuestos a tomar por asalto el edificio.
Ante esa demostración de fuerza, el Partido Republicano ligado a Sarksian pospuso la aprobación de la polémica ley y aceptó negociar un arreglo político de esta nueva crisis de poder.
Aún no hay acuerdo. Según Pashinian sus adversarios aceptan adelantar elecciones para diciembre mediante el procedimiento legal de no postular candidato a primer ministro durante 14 días en caso de que el actual dimita, pero no quieren asumir por escrito ese compromiso y, de último momento, también sugirieron otra fecha para la votación, no antes de mayo siguiente, con la idea de disponer de más tiempo para la campaña.
Bajo la atenta mirada de Moscú –que no tiene preferencia por ninguno de los grupos armenios enfrentados, toda vez que ambos necesitan las bases militares rusas para disuadir a Azerbaiyán y Turquía de emprender una incursión armada en su contra–, tendrá que haber un entendimiento en Armenia y todo indica que la presión de la calle será determinante para que de nuevo se imponga Pashinian, quien decidió irse, para quedarse.