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Fin al estancamiento económico // Pemex: realidad mata discurso

E

n materia económica, el principal reto del nuevo gobierno será acabar con la inercia en el crecimiento, pues en los pasados 36 años de régimen neoliberal el promedio anual a duras penas sobrepasa 2 por ciento. Así, es urgente dar un giro a la política sectorial, pues seguir la línea de los seis sexenios previos será garantía de más de lo mismo, en detrimento del bienestar de los mexicanos.

El presidente electo ha subrayado que está por concluir un modelo (económico) que se aplicó por más de tres décadas y que, como es evidente, no ha funcionado; la política económica fracasada; el bajo crecimiento ha sido el signo de la continuidad.

Y, sí, como bien apunta el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), tal signo es una de las herencias del neoliberalismo en México. El crecimiento de la economía mexicana no ha logrado consolidar un avance sustancial durante las décadas recientes, con desafíos estructurales que no han sido rebasados por las reformas aprobadas durante la presente administración, advierte en su más reciente análisis, del que se toman los siguientes pasajes.

Para 2018 dichos cambios estructurales debieron significar un crecimiento económico de 5.3 por ciento, pero el acumulado hasta julio del presente año es de 2.1, quedando por debajo de la mitad de las expectativas que se generaron al inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto.

En el proceso de transición, México enfrenta, como cada seis años, un entorno de incertidumbre ante los acontecimientos coyunturales (inflación, devaluación y alza en tasas de interés, entre otros) que se concatenan con los problemas estructurales que no han sido superados (escaso crecimiento económico, inseguridad, pobreza, inequidad, mercado laboral precario, etcétera).

A ello se suman los cambios que implicará el ahora denominado Usmca (supuesto heredero del TLCAN), los nuevos proyectos que plantee la administración entrante con un entorno de reconfiguración de finanzas públicas con costo financiero creciente y recorte en la inversión pública.

El cambio de gobierno representa una nueva oportunidad para incorporar una transformación de fondo en materia de crecimiento económico, que permita superar el estancamiento estabilizador que convive con 53 millones de personas en pobreza.

El Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo de la nueva administración pública deberán reflejar cambios macroeconómicos que coadyuven a elevar las capacidades productivas y con ello mejorar el entorno de las empresas, los trabajadores y las familias en general.

El ciclo económico del país continúa con una tendencia a la baja, por lo cual los desafíos que se enfrentan para el cierre del año pueden frenar el ritmo de avance en el desempeño de la economía.

Un elemento adicional que complica el entorno para el cierre del año es la ruptura de los ciclos económicos de las industrias de México y Estados Unidos, en particular en el sector de las manufacturas. Desde mediados de 2017, esos ciclos evidencian una profunda discrepancia entre sí, pues la correlación pasó de 90 por ciento entre 2000 y 2009 a sólo 23 puntos porcentuales entre 2010 y lo que va de 2018. Esta situación impone un desafío para el buen desempeño de la industria nacional, pues su avance ha sido marginal en el sexenio de EPN (0.4 por ciento como promedio anual).

Las rebanadas del pastel

Como siempre, el discurso es rebasado por la realidad: en días pasados el director general de Pemex, Carlos Treviño, informó que, a partir de octubre, la ex paraestatal importaría alrededor de 100 mil barriles de crudo ligero para alimentar a la refinería de Salina Cruz. Pues bien, resulta que en los hechos serán 350 mil los barriles que, vía Estados Unidos, llegarán al país, volumen equivalente a 30 por ciento de las exportaciones diarias de petróleo mexicano. ¡Gracias!, reforma energética.

Twitter: @cafevega