a macrocuenta de Oferta y Demanda final del país totalizó en el primer semestre del año (en cifras anualizadas) 32 billones 278 mil 904 millones de pesos, monto 3.27% superior en términos reales (quitando inflación) a la de igual período de 2017 (Gráfico 1).

La Oferta

De sus componentes, la oferta interna de bienes y servicios (PIB) representó en el semestre el 71.2%, y la oferta externa (bienes y servicios importados) el 28.8%. Estos porcentajes de participación sólo confirman el consistente desplazamiento en el último cuarto de siglo de la oferta interna, que en 1993 (año previo al TLCAN) representaba el 86.8% de la oferta total, por la oferta externa que en ese año representaba el 13.2%

Así, México fue llevado a privilegiar el sector externo a costa del desarrollo interno. Ratifica lo anterior el hecho de que mientras el PIB crece 2.0% este año las importaciones crecen 6.9%, y que esta diferencia es crónica: en el sexenio 2001-06 ambas ofertas (interna y externa) crecieron a una tasa media anual de 1.9 y 4.4% respectivamente, en 2007-12 a 1.6 y 2.9, y en 2013-18 a 2.5 y 4.9% (Gráfico 1).

La demanda

La externalización de la economía mexicana en la oferta tiene su correlato en la demanda, donde las exportaciones (la demanda externa de bienes y servicios aquí producidos o maquilados) pasaron de representar el 10.4% de la demanda total en 1993 al 27.8 en 2018 (primeros semestres).

De enorme impacto económico sería el importar menos y exportar más pero no sólo productos maquilados para empresas transnacionales, sino productos terminales realmente mexicanos. Somos muy exitosos en ensamblar automóviles, maquinaria y equipos electrónicos, ¿Qué no podremos iniciarnos en producir al 90-100% productos eléctricos y electrónicos, equipos médicos, maquinaria agrícola apropiada, o automóviles eléctricos nacionales por ejemplo?. Así empezaron Japón, China, Corea del Sur, y otros países que ahora son potencias industriales de alto crecimiento por derecho propio.

Ojalá que la esperada reconversión industrial del país se sustente en lo anterior. Requerimos el desarrollo exitoso de cientos de miles de empresas y unidades productivas que en toda la escala de tamaños aporten a una producción integrada nacional con viabilidad económica, evitando que las grandes empresas absorban o aniquilen a las de menor tamaño, y haciendo no un mercado de oligopolios y virtuales monopolios, sino mercados de amplia participación de productores nacionales del agro, la industria y los servicios.

La inversión

Condición determinante del crecimiento económico es la Formación Bruta de Capital Fijo, la inversión fija que un país realiza, misma que en México es marcadamente insuficiente y aumenta a tasas sumamente bajas: en el sexenio 2000-06 (primeros semestres) creció 1.96% anual a tasa media, en 2007-12 a 2.83, y en 2013-18. a 1.20% (Gráfico 2). En este último sexenio la inversión privada aumentó a 2.15% anual y la pública decreció a un ritmo de -3.38 anual. Esto último explica por qué Pemex y CFE están en condiciones críticas, por qué las carreteras están como están, al igual que miles de escuelas, clínicas e instalaciones públicas.

Sin la ambición de igualar a China que cada año invierte el 42% de su PIB o a Etiopía (39%), sí podríamos igualar y superar a otros países emergentes como Indonesia (32%) o Corea del Sur (31%), imponiéndonos remontar el 22% actual y como meta invertir anualmente el 35% del PIB (20 en maquinaria y equipo para la producción y 15% en construcción) (Gráfico 3).

Para ello se requiere que el sistema fiscal capte bien los impuestos (cerrando la puerta a la alta elusión y evasión, y simplificando trámites a causantes menores) con lo cual podemos elevar la inversión pública del actual 3.0% del PIB al 10.0%, e inducir el arraigo de la inversión privada en el país por diversos medios, a fin de elevarla del actual 19.2 al 25% del PIB.

Un papel crucial en el financiamiento de la inversión pública (principalmente) habrán de jugar los fondos de pensiones.

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