l presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, (AMLO) ha dicho que su llegada a la Presidencia de la República marcará el fin del neoliberalismo. Esta idea está presente en distintas áreas de la futura administración, entre ellas las relacionadas con la ciencia. Así, la futura directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Elena Álvarez-Buylla Roces, se ha referido en varias ocasiones a este tema, al señalar que el organismo que estará a su cargo tendrá un nuevo diseño con el propósito de cambiar paradigmas neoliberales que han estado vigentes desde hace más de tres décadas (por ejemplo, La Jornada, 25/8/18).
Lo anterior justifica examinar las posibles relaciones entre el neoliberalismo y la ciencia en México.
Dicho sintéticamente, el neoliberalismo es una modalidad del liberalismo económico pero, mientras el ideal liberal (en el liberalismo social o la socialdemocracia) considera válidas la propiedad estatal de algunas empresas, las intervenciones regulatorias del mercado y la redistribución de la riqueza; el neoliberalismo se caracteriza, al contrario, por las restricciones a la participación del Estado en la economía, el énfasis en el libre mercado y la creencia en que éste propiciará por sí mismo un crecimiento económico sostenido como base para el bienestar. Se trata así, primariamente, de una categoría económica que obliga a examinar la posible relación entre ciencia y neoliberalismo, precisamente en esta dimensión, la económica.
Autores como Kelly More y sus colaboradores señalan que entre los elementos distintivos de esta relación destaca el papel de la industria y las corporaciones multinacionales como beneficiarias de la innovación. Esto se expresa en las sociedades industrializadas con una participación creciente de estos sectores en el financiamiento y ejecución de proyectos en ciencia y tecnología, que es particularmente notable a partir de los años 80 del siglo XX. También se ha producido en esas sociedades un cambio en el papel de las universidades como fuentes de innovación, asociadas a consorcios industriales, para citar sólo algunos ejemplos. Cabría preguntarse si en México ha sucedido algo similar.
En nuestro país no ha ocurrido nada semejante; al contrario, no hay una participación significativa del sector privado en el financiamiento o la ejecución de la investigación, y las universidades se encuentran todavía lejos de una vinculación efectiva con empresas.
Adicionalmente, no ha ocurrido el desplazamiento del papel del Estado en este sector pues, a diferencia de lo que pasa en los países ricos, el financiamiento de la investigación depende mayoritariamente de fondos federales. Dicho en otras palabras, en México no hay elementos que permitan afirmar que desde el punto de vista económico hay una ciencia neoliberal, al menos por los criterios señalados.
Se ha dicho que en México algunos proyectos científicos en campos particulares están ligados con empresas multinacionales, pero más allá de conjeturas, no se ha señalado con precisión cuáles son éstos, y si así fuera (lo cual habría que mostrar con nombres, apellidos y financiamientos), no serían regla, sino excepción, y cabrían bien en las prácticas del liberalismo clásico; hay que considerar además que las unidades de investigación y desarrollo de las trasnacionales no se encuentran en México.
También se confunde el fomento a la participación del sector privado en ciencia y tecnología con las prácticas neoliberales, lo que ha sido rechazado incluso por AMLO, cuando afirmó en una reunión reciente con representantes de universidades y centros de investigación que “no se puede sacar adelante al país sólo con inversión pública; se requiere la participación del sector privado…”
Pero si es difícil establecer la relación entre ciencia y neoliberalismo en lo económico, lo es aún más en otras dimensiones, como la ideológica. Tiene razón Elena Álvarez-Buylla cuando señala que en la ciencia de nuestro país se han generado prácticas indeseables como la competencia a ultranza entre científicos. Pero lo anterior ha llevado a equiparar al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con un modelo neoliberal de gestión empresarial
(Rainer Enrique Hamel, La Jornada, 12/9/18); cuando en realidad el SNI surgió, no como parte de un plan empresarial malévolo, sino para garantizar la supervivencia de los investigadores (y además fue creado por ellos).
¿Debe reformarse el SNI?, sí, con la participación amplia de la comunidad científica; pero es excesivo definirlo como componente de una política neoliberal. Por otro lado, de acuerdo con Eugene Gardfield, la noción del publish or perish (publicar o perecer) fue introducida por primera vez en 1942, mucho antes de que el nuevo modelo económico fuera adoptado en algunos países.
Por lo anterior considero que no hay bases objetivas suficientes para afirmar que en México hay una ciencia neoliberal.