éxico tiene un serio problema con el destino de sus jóvenes y con la cobertura de su educación superior y media superior. Puede el gobierno de Morena tomar primeras medidas sobre ese problema, pero decisiones ajustadas a los hechos y a su superación exigen estudios actualizados y concienzudos.
Véase Benito Durán Romo, “Ninis: factores determinantes”, revista del Inegi, vol. 8, no. 3, septiembre-diciembre de 2017, un sólido estudio apoyado en numerosos estudios previos y fuentes del propio Inegi, como la Encuesta de Ocupación y Empleo. No tengo espacio para siquiera insinuar sus detalles; destaco una de sus conclusiones.
Según la Encuesta Intercensal 2015 la población de 15 a 24 años de edad en México ascendió a 21.4 millones, o 18 por ciento de la población; de ellos, el número de ninis fue de 4.7 millones o 22 por ciento del grupo etario. “El problema de [los] ninis en México es más [bien] de corto plazo, dado el porcentaje tan bajo de personas de 15 a 24 años que permanecen con la misma condición de actividad en los cinco trimestres considerados [en el estudio]. Digamos que el problema más fuerte está centrado en las personas que se dedican a los quehaceres domésticos no disponibles, ya que representan más de 50 por ciento de los ninis, de los cuales 95 por ciento son mujeres y son quienes más permanecen en esa condición; [hay una] alta movilidad en la condición de actividad de este grupo... [Entre] los factores que más inciden en la condición de convertirse en nini están: [el] índice de desarrollo humano del municipio de residencia del individuo, sexo, edad, número de ocupados en el hogar y, en menor medida, jefatura [sin pareja] masculina en el hogar [en estos es mayor la probabilidad de convertirse en nini], y años de escolaridad del individuo…”
Se trata de un grave problema, pero su número en 2015 es menor al estimado en 2010, cuando se habló de 7 millones. Es de destacarse su menor probabilidad –de la que suele creerse– a ser reclutados por el crimen organizado, dado que la mayoría de los ninis son mujeres y, en los varones, en una alta proporción, su condición de nini, lejos de ser permanente, es muy fluida: la mayoría lo son por un corto plazo. Todo indica que hay un rezago entre su edad y su incorporación al mercado de trabajo informal, al formal, o a la continuación de algunos estudios. Su relación con la educación, para el grupo etario, es compleja.
El problema de la absorción de los jóvenes por la educación superior (ES) sigue apareciendo en los medios como simples imágenes distorsionadas. Todo ocurre –en la ZMCM– como si los jóvenes egresaran de la educación media superior en el año X, y en el año siguiente, en grandes números, se convirtieran en rechazados: de la UNAM, del Poli; algunas veces se menciona a la UAM, aunque ocurre en más instituciones de educación superior (IES).
El mayor polo de atracción a la ES es Ciudad de México; en menor medida Guadalajara y Monterrey, y cada uno tiene un patrón de rechazo distinto. En otras ciudades hay también rechazados, pero por programa: medicina en la UASLP, física y matemáticas en la UABC, artes en la Universidad Veracruzana…
En 2004 tuve ocasión, desde la Anuies, de realizar un estudio para la Subsecretaría de Educación Superior, de la SEP, referido a la ZMCM, y a los años 2001-2003. Incluí 39 IES con 94 mil 810 alumnos de primer ingreso en 2003: siete universidades públicas, 11 tecnológicos y 21 instituciones particulares, que reperesentaron 81 por ciento de los inscritos en la ZMCM en ese año. Ignoro si la SEP dio continuidad a este tipo de estudio.
Del análisis mismo emergieron los conceptos para entender el problema. Surgieron así los conceptos de demanda potencial; demanda aparente; demanda real; demanda efectiva; de manda no atendida; estudiantes regulares, en rezago y en retorno; aceptados, inscritos, y algunos más.
La demanda aparente se concentra en las mayores instituciones públicas, lo que provoca que el rechazo aparezca ahí muy elevado. Se da un paso en la determinación de la demanda real, sustrayendo, en primer lugar, a la demanda aparente, el significativo número representado por la multiplicidad de demandas individuales al examen de ingreso a las IES: una proporción de los aspirantes solicitaron ingreso a tres, cuatro y hasta cinco IES de la ZMCM. De modo que es inválida la suma simple de rechazados de las IES. El segundo paso fue sustraer de la demanda el también significativo número de aspirantes que no estuvieron en posibilidad de terminar el bachillerato, aun cuando habían presentado examen de ingreso. Esto empezó a ocurrir porque el 16 de febrero de 1996 un conjunto amplio de IES de la ZMCM firmaron un acuerdo a fin de escalonar la demanda de ingreso entre las IES, y permitir que los estudiantes pudieran realizar el examen de ingreso sin solicitarles la documentación relativa al cumplimiento de término del bachillerato.
En 2001 la brecha entre la demanda aparente y la real fue de 36 por ciento; 40 por ciento, en 2002 y 42 por ciento en 2003.