l periodista Nacho Carretero ofrece en su libro Fariña (1915), la historia de la mafia que desde 1970 manejó en Galicia el contrabando de cigarros y, luego, hachís y cocaína. Es una excelente crónica sobre narcos que ahora se vende mucho en España y otros países.

El motivo: por orden judicial en febrero pasado se prohibió imprimirlo a petición de Alfredo Bea, ex alcalde del pueblo de El Grove, donde residían los dirigentes de la mafia.

Alfredo Bea alegó que en Fariña se atentaba contra su honor, aunque judicialmente se comprobó que, junto con otros funcionarios pertenecientes al Partido Popular, protegía a los delincuentes.

Por ese motivo fue sentenciado pero luego absuelto porque en el juicio hubo un ‘‘error de procedimiento’’. Mas no se libró del cargo de lavar dinero del narcotráfico.

Un tribunal acordó en junio pasado que el libro nuevamente podía editarse. Lo que el ex alcalde no logró impedir fue la adaptación que la televisión española hizo de Fariña. Recientemente la estrenó Netflix con gran éxito.

En 1990 un joven juez de la Audiencia Nacional (Baltazar Garzón) tuvo a su cargo la gran operación policial que condujo ante un tribunal a decenas de capos de El Grove y sus colaboradores.

Algunos pasaron en la cárcel hasta 20 años. Garzón también logró que se les confiscaran sus bienes.

Ancha es Castilla, pero no lo es menos la costa gallega (200 kilómetros) por donde sigue llegando la mayor parte de la cocaína que se produce en Colombia y consume Europa.

Ante la falta de ingresos, decenas de personas optaron por entrar en un negocio más productivo, pero muy peligroso.

Algunos de los antiguos capos siguen activos. Como Manuel Charlín y sus hijos, bajo libertad condicional desde 2010.

Al ‘‘abuelo del narco’’ (tiene 85 años) y a uno de ellos, los detuvieron recientemente al intentar introducir 2 mil 500 kilos de cocaína.

Una realidad: aumenta el narcotráfico, porque también lo hace la demanda de estupefacientes.