Opinión
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Notas sobre política exterior
D

iplomacia es el arte, ciencia o práctica de conducir negociaciones entre las naciones. Raúl Genet indica que el derecho diplomático es la rama del derecho público que se ocupa de la práctica y de la reglamentación de la relaciones exteriores entre los Estados como de las modalidades sobre cómo llevar a cabo las negociaciones con ese objetivo.

En la importante obra titulada De diplomacia e historia, el embajador Héctor Gros Espiell, quien representó a su país, Uruguay, en México y destacó por su habilidad y sus vastos conocimientos jurídicos tanto en su carácter de secretario del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe con sede en México como canciller de Uruguay (q.e.p.d.), comentaba con razón que la política exterior de un Estado no puede ser planificada, decidida ni ejecutada sin un adecuado conocimiento de su pasado diplomático, de manera puntual señalaba que sin ese saber de lo que una nación ha hecho y de cómo ha actuado, con qué métodos lo hizo y qué resultados ha obtenido, es imposible tener conciencia, comprender y explicar la historia internacional de un país.

Además, nos decía Gros Espiell en la obra mencionada y quien no resistía citar el concepto –quizás más ideal que real– que Alex Léger da de la diplomacia: “… es imaginación, previsión, sugestión, orientación y ejecución. El diplomático ha de ser un maestro del análisis crítico y un creador de amplios proyectos.”

Sin embargo, la fluidez de los acontecimientos, la extinción de las antiguas estructuras que regían el equilibrio internacional bipolar, aconsejan cambios y readaptacio-nes en nuestra acción internacional, sin perder nunca de vista el contexto de acción que nos da nuestra Carta Magna, en el artículo 89 párrafo X, asegurándonos de evitar el inmovilismo que no tiene cabida posible en el escenario internacional que vivimos hoy en día.

El fin del bipolarismo y la clara reaparición de un nuevo modelo de multilateralismo pudieran alejarnos del peligro del holocausto nuclear siempre que logremos fortalecer los mecanismos que supervisen la actuación de los Estados y les impongan normas para preservar la paz mundial.

Lo anterior, lamentablemente, no ocurre en la actualidad, pues hay una peligrosísima carrera de varios países para asegurar el predominio nuclear en términos bélicos y la ONU y otros organismos siguen limitados para actuar en la solución de conflictos, sin nunca perder de vista que las dimensiones económicas siguen siendo un factor fundamental en la política entre los Estados. Hoy lo económico es alta política y la diplomacia mundial tiene en esa esfera uno de sus campos de acción prioritarios.

La inoperancia del mapa político en el que nos formamos; la obsolescencia de los atlas geográficos que definían estados y fronteras; la desaparición de las fronteras físicas e ideológicas que dieron fisonomía y un alto grado de predictibilidad al orden que imperaba en el mundo, todo ello nos lleva a la necesidad de analizar la orientación que debemos dar a la diplomacia mexicana como un mecanismo que coadyuve para alcanzar nuestros objetivos como país, para lo cual requerimos fortalecer el servicio exterior mexicano de carrera, las condiciones en que trabaja y se retira ese grupo de profesionales, olvidados en los programas de modernización gubernamental que han emprendido en el pasado distintos gobiernos de nuestro país.

Aunque debemos de reconocer que este año se aprobaron enmiendas a la ley del servicio exterior mexicano que mejoraron significativamente las condiciones de trabajo de ese conjunto de profesionales, quedan pendientes temas como el desproporcionado número de nombramientos políticos que quitan puestos y posibilidades de ascenso a los funcionarios de carrera y la bajísima compensación que recibe un miembro del servicio exterior al retirarse.

Aunque no hay duda de que la gran mayoría de los nombramientos políticos en los años recientes ha enriquecido al servicio exterior, no olvidemos que los cuerpos diplómaticos del mundo entero lo integran básicamente funcionarios de carrera, dada la preparación que esta profesión exige y si se admite a políticos o intelectuales de prestigio deben ser de trayectoria impecable y no los que buscan refugio después de alguna fechoría o descalabro político, por lo que respetuosamente exhortaría al Senado de la República que estará en funciones en breve a que reivindique la prerrogativa que le concede el párrafo II del artículo 76 de nuestra Constitución a que antes de que se ratifique a un nombrado embajador o cónsul general, se le examine con rigor y ampliamente, trátese de funcionarios de carrera o políticos, y siempre en sesiones públicas, que por alguna extraña razón no se llevan a cabo así, hasta ahora.

En otro orden de ideas, es claro que hay una gran tarea a realizar en nuestros vínculos con el exterior, pues no son de nuestro agrado ni todas las transformaciones que afectan a la comunidad internacional ni todas las posibilidades que encierra la actual coyuntura, pero sería irresponsable simplemente cerrar los ojos y negar que existen o dejar que otros traten de resolverlas.

Debemos mantener nuestra voluntad y nuestro compromiso de transformar aquellas que se oponen al pleno logro ya sea de nuestros objetivos nacio nales fundamentales, ya de las metas de justicia y paz internacional, a las que aspiramos, no sólo porque corresponden con nuestros intereses, sino por un profundo sentido ético universal.

* Embajador emérito de México