Frente a Goliat II
nte la gran interrogativa eterna de qué hacer ante un Goliat, los David del sur –que han buscado promover un cambio democrático profundo y en favor de las grandes mayorías– tienen un aliado potencial: los David dentro de la tierra de Goliat (ver primera parte).
Durante el gran debate trinacional sobre el Tratado de Libre de Comercio de América del Norte (TLCAN), los negociadores mexicanos (y sus colegas estadunidenses) aseguraban que se solucionaría la migración pues florecerían el empleo y las oportunidades en casa. La salida
hacia el primer mundo era por el norte afirmaban, haciendo eco a Porfirio Díaz.
Mark Anderson, quien fue el principal estratega económico de la central obrera estadunidense AFL-CIO durante el debate para formalizar la integración económica trilateral con el TLCAN, recuerda que uno de los altos funcionarios del gobierno de Carlos Salinas de Gortari lo invitó a dialogar, y empezó con eso de que el libre comercio es la clave de la prosperidad, y le repitió el argumento de: “a ver, qué prefieres, ¿nuestros productos o nuestra gente? Anderson no dudó y lo sorprendió: Tu gente; son trabajadores y con ellos podemos sindicalizar a las empresas que buscan enfrentarnos unos a otros en ambos lados de la frontera
.
En el manejo y negociación de la integración económica que culminó con el TLCAN, antes exclusivamente en manos de las cúpulas, de repente se presentó un nuevo actor: los sectores sociales –sindicatos, granjeros y ambientalistas, entre otros directamente afectados por las políticas trasnacionales–. Con ello pasó algo novedoso en tiempos recientes (había precedentes como el caso de Flores Magón): se empezaron a conocer por primera vez las contrapartes sociales de México y Estados Unidos, o sea, los de abajo
, para empezar a explorar si tenían o no intereses en común sobre los cuales podrían responder de manera conjunta, como iguales, frente a las propuestas de sus cúpulas. Hoy día, alianzas sociales potenciales y algunas concretadas siguen ofreciendo posibilidades de esa solidaridad conjunta esencial para lograr los cambios tan urgentes en ambos lados de la frontera.
En algunos casos, la lucha de allá está presente aquí adentro. Luchas sociales en los ámbitos laboral, comunitario, vivienda, salud en Estados Unidos son encabezadas por inmigrantes mexicanos y otros latinoamericanos –muchos expulsados de sus países a consecuencia de las políticas neoliberales, sólo para llegar a tener que enfrentar otras versiones de las mismas polticias aquí. Vale recordar que hace poco más de una década, inmigrantes indignados por las políticas en su contra detonaron algunas de las movilizaciones masivas más grandes de la historia de este país (incluso rescatando de la amnesia estadunidense la memoria del Primero de Mayo, que nació en Chicago en 1886). Los percibidos como los más débiles, desprotegidos y jodidos siguen transformando el país más poderoso del mundo.
Otras expresiones de rebelión contra el modelo neoliberal, incluyendo la aceleración sin precedente de la desigualdad económica, intentos para privatizar sectores como educación, el desmantelamiento del estado de bienestar, la concentración del poder politíco y la represión (incluyendo los efectos de la guerra antinarcoticos, la violencia policiaca, etcétera), han estallado durante años recientes: desde Ocupa Wall Street hasta Black Lives Matter, al movimiento encabezado por indígenas de Standing Rock y en el ámbito politico electoral la campaña presidencial del socialista democrático Bernie Sanders. Todos éstos, dentro de sus propios contextos, comparten mucho con los contrapartes al otro lado de la frontera.
Todo para decir que la relación con Estados Unidos no puede reducirse a Washington y Wall Street, y a la meta de volverse amigo
o socio
de ellos. Cualquier cambio real frente a este Goliat dependerá de las comunidades trasnacionales y los aliados reales y potenciales al otro lado: los David que viven dentro de Goliat.