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Astillero

La lentitud que AMLO requiere // Premuras y errores // Desgaste, exacerbación // Cuidar más los pasos y las fases

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▲ FORMAL RELEVO TRICOLOR. Manlio Fabio Beltrones tomó protesta a Claudia Ruiz Massieu y Rubén Moreira como presidenta y secretario general del PRI, respectivamente.Foto José Antonio López
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ndrés Manuel López Obrador ha pasado algunos días de descanso en su finca chiapaneca de altisonante nombre (la Chingada: hipotético destino final de su carrera electoral, si su triunfo le hubiera sido robado). No sólo buscaría esta semana, en ese remanso del sureste, el justo y necesario reposo, luego de una larguísima campaña y una trepidante toma virtual del poder presidencial, a cinco meses de rendir la protesta oficial: también le serviría la holganza para reflexionar, según él mismo declaró.

Un cuidadoso estratega político, como es él, debería (a juicio de esta columna calmosa) retornar a la arena política con un reloj táctico de horas más lentas. La velocidad en escena (no en la prosodia), las múltiples pistas, la apropiación vertiginosa del espacio de poder dejado taimadamente por Enrique Peña Nieto, no le están aportando al tabasqueño ni más ni mejores prendas de las que ya obtuvo de manera abrumadora hace menos de tres semanas. En las urnas le dieron casi todo el poder, un control político exagerado y un bono de legitimidad como ningún otro presidente, así que de muy poco le servirá mantener un ritmo de opositor en campaña, el frenesí de quien se cree convocado a no perder ni un minuto en la reconstrucción nacional.

Ni remotamente se propone aquí que el futuro jefe máximo de la nación se tire a la hamaca y desatienda sus obligaciones (para eso, y peores cosas, ya están el citado Peña Nieto y muchos políticos tradicionales). Lo que, en dado caso, se sugiere al hiperactivo creador de Morena es que cuide más sus pasos políticos, que no celebre en borrador los detalles secundarios de sus planes y propósitos más controvertidos, sino que espere a tenerlos afinados, bien cocinados, para darlos a conocer cuando hayan adquirido perfiles de realidad inminente.

De otra manera, sin necesidad política de ello, sin ganancia real más que la de la espectacularidad mediática, López Obrador se arriesga a cometer errores que de inmediato están siendo utilizados para desgastar su figura y para exacerbar una percepción precoz (apenas van 19 días de que se conoció el primer apunte creíble del resultado de la elección presidencial) del peligro que puede representar para el segmento de ese México que aceptó su victoria electoral pero está siendo incentivado para que dude de la viabilidad de sus políticas.

Sólo por dar dos ejemplos: Nada urgía para que se hablara de una aceptación formal del papa Francisco para participar (así fuera mediante videoconferencia) en las tareas de pacificación del país; nada obligaba a violentar las normas de mínima diplomacia con un ejército zapatista de por sí tan reacio a precipitaciones informativas sobre presuntos primeros puntos de diálogo. Y, en esa guerra de desgaste dosificado que le están aplicando al hombre de los 30 millones de votos, entre la preocupación de empleados de confianza por los despidos anunciados y entre la clase política y burocrática por la reducción de sus ingresos, la cantada formalización de una multa (recurrible ante el tribunal electoral) por el manejo de un fideicomiso originalmente anunciado para beneficiar a damnificados del pasado sismo y finalmente utilizado para movimientos bancarios, según afirma el Instituto Nacional Electoral, que habrían tenido destinatarios partidistas.

Despacio, que llevo prisa, dice la conseja popular. Andrés: ¡más despacio, por favor! Solo así se podrá apreciar de mejor manera la textura y profundidad (o la falta de ellas) de lo que hoy está sobre la mesa pública.

En otro tema: el lector Abraham Elías Martínez envía una precisión que esta columna agradece: Al final de la entrega publicada el miércoles, se comenta que la deuda del gobierno federal subió 14%. Eso es impreciso. Lo correcto sería decir que subió 14 puntos porcentuales. El incremento es de 42%, pues el porcentaje pasó, de acuerdo con sus datos, de 33% del PIB a 48%. El incremento porcentual se obtiene de dividir el incremento neto (14) entre el valor original (33), de ahí sale el 42% de incremento.

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