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Ver día anteriorLunes 16 de julio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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AMLO y el poder real
H

acia las 23 horas del primero de julio, poco después de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fuera declarado virtual presidente electo por la autoridad electoral, el magnate Claudio X. González Laporte, fundador, ideólogo y ex presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (hoy Consejo Mexicano de Negocios, CMN) y presidente honorario de Kimberly Clark México, tras sostener una reunión con miembros del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en el Club de Industriales, declaró a los medios que el líder del Morena tenía el mandato para serenar al país. La conciliación, dijo, será el reto para el nuevo gobierno.

Tras la arrasadora victoria popular en las urnas; erosionados el consenso ideológico y la hegemonía política del bloque en el poder sobre las mayorías, y como parte de una blitzkrieg (guerra relámpago) de control de daños, González Laporte se ponía a la cabeza del contrataque plutocrático para intentar modificar la nueva correlación de fuerzas emergente, concentrada en Andrés Manuel López Obrador, como aglutinador del tan temido populacho; de las masas históricamente despreciadas y ninguneadas por las élites racistas.

Como diría Noam Chomsky, de lo que se trata es de mantener a la chusma a raya. Por eso, bajo la bandera de la conciliación de clases y el mandamiento de serenar al país (ergo a los nacos, los prole, los chairos) para que los mercados y las inversiones de la clase capitalista trasnacional reaccionen bien, el esfuerzo de los poderes fácticos por arrastrar a AMLO hacia la derecha del espectro político y forzar un cam­bio de agenda, de ruta y de mandato se reanudaría tres días después en un hotel de Polanco, en el contexto de una reunión de López Obrador con el Consejo Coordinador Empresarial.

Al término del acto, y tras recorrer el salón y saludar de mano a un centenar de grandes capitalistas −la mayoría de los cuales lo habían combatido, denostado y estigmatizado entre 2003 y 2018−, el abrazo del oso de Claudio X. González a un tieso López Obrador tuvo como objetivo fabricar una nueva imagen del poder; manufacturar un nuevo consentimiento por la vía de fijar en el imaginario colectivo la confianza (re)nacida en las alturas; una (re)conciliación prodigiosa con tufo a la Rerum novarum.

La confección de una nueva narrativa y nomenclatura de conceptos orwellianos funcionales a los intereses de la plutocracia, tendente a ocultar y/o maquillar la conflictividad social y la lucha de clases de los de arriba contra los de abajo, y cuyo objetivo es impedir la promesa de AMLO de separar el poder económico de los megacapitales privados del poder político, limar las aristas más redistributivas de su programa y reciclar el capitalismo de cuates.

El futuro jefe de la oficina presidencial, Alfonso Romo, el converso ex comparsa del capo de la mafia del poder (Carlos Salinas de Gortari), cercano al Opus Dei y los Legionarios de Cristo; ex socio de Carlos Slim y Pedro Aspe, con quien fundó Vector y también cabeza del Grupo Plenus, reforzó la idea sobre una luna de miel entre López Obrador y los amos de México.

Como por arte de magia, cuatro días después de la elección los melosos ­vínculos entre los traficantes de influencias y beneficiarios de la corrupción que no quieren perder el privilegio de mandar (AMLO dixit), con el populista que encarnaba un peligro para México, una dictadura castro-chavista a la mexicana y la restauración de un presidencialismo autoritario, hegemónico, de nuevo tipo, se había trasmutado en respeto, optimismo, certidumbre, confianza mutua, colaboración, unidad patriótica.

Luego vendría la puesta en escena del videomensaje Yo creo en México, estelarizado por un grupo de 10 magnates: Blanca Treviño (Softtek), Mariasun Aramburuzabala (Tresalia), Daniel Servitje (Bimbo), Antonio del Valle (Grupo Kaluz), Carlos Danel (Gentera), José Antonio Fernández (Femsa), Claudio X. González y su hijo homónimo (de Mexicanos Primero), Eduardo Tricio (Lala) y Alejandro Ramírez (Cinépolis y actual presidente del CMN), con negocios cuyas ventas equivalen a 4.4 por ciento del producto interno bruto, quienes desde el Ministerio de la Verdad formado por la televisión y las redes de Internet, emulando al personaje Winston Smith de la novela 1984, felicitaron a AMLO y le ofrecieron su respaldo y compromiso empresarial para un trabajo conjunto.

La fantasía distópica de George Orwell hecha realidad en México 2018; la emergencia de una neolengua manipuladora (guerra es paz, libertad es esclavitud) que convierte al enemigo de ayer en el aliado de hoy.

La cargada de los robber barons ­(capitalistas ladrones y sin escrúpulos) seguiría con sendos mensajes de apoyo a AMLO del impune ecocida Germán Larrea (Grupo México), Alberto Baillères (Grupo Bal) y otros magnates. Y aunque no existen datos que apunten hacia una crisis orgánica del sistema, el impúdico travestismo de la clase capitalista trasnacional local exhibe una inestabilidad hegemónica en el seno del bloque en el poder y la ero­sión del consentimiento de unas masas desesperadas y enojadas que votaron cambio.