Claroscuros del papa Francisco
ste mes de junio ha sido de claroscuros para el papa Francisco. Por un lado, logró aplicar los remedios más a su alcance para sanar la grave herida que dejó abierta la protección que la jerarquía católica chilena dio a curas que abusaron sexualmente de decenas de jóvenes.
Luego de pedirles la renuncia a todos los obispos de ese país, de convocarlos al Vaticano y darles trato de quinta, Francisco obligó a dejar sus cargos a tres. Y en especial a Juan Barros, cómplice y protector del Marcial Maciel chileno: el cura Fernando Karadima. A los demás les exigió limpiar la Iglesia de pederastas. Al reunirse con varios de los que fueron víctimas de abuso sexual, les pidió perdón por haber actuado inapropiadamente al no contar la información correcta. Y por todo lo que habían sufrido.
En cambio, Francisco no pudo ocultar la molestia que le causó la legalización del aborto seguro y gratuito por la Cámara de Diputados de su país. Votaron en favor varios legisladores católicos convencidos de que se trata de un serio problema de salud: cada año 45 mil mujeres son atendidas en los hospitales públicos para salvarles la vida debido a abortos mal realizados.
Cuando en mayo pasado la ultracatólica Irlanda aprobó por inmensa mayoría de votos legalizar el aborto, Francisco no reaccionó a esa decisión como lo ha hecho en el caso de Argentina: comparó el aborto con el exterminio de 6 millones de judíos en las cámaras de gas. Tal desmesura recibió severas críticas.
Por lustros, las mujeres argentinas lucharon por esa conquista, que esperan sea refrendada por el Senado. Nada fácil por la connivencia que han tenido gobiernos y políticos con la jerarquía eclesiástica.
El papa Francisco no olvidará que este mes sus paisanos resolvieron no obedecerlo en el tema del aborto. Antes lo hicieron al aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Un gran avance en cuanto a salud pública y derechos humanos, en especial de las mujeres.