ue se explique en dónde estamos y a dónde vamos. Como nunca, México acude a una elección en las mayores condiciones de tensión y confusión imaginables. Por encima de males estructurales, no es fácil para la comunidad nacional conjeturar explicaciones satisfactorias para lo que nos abruma. Pero hay un ser obligado por la ley, por su responsabilidad ética e histórica, que es el presidente Peña Nieto.
Después de gobernar seis años debería explicar con entereza en qué estado deja a México y hacia dónde lo ha llevado. Recordando su lema Mover a México
, que nos diga hacia dónde lo movió, porque la apreciación general es que lo llevó al borde de un hundimiento anímico y material. No pasó por su mente que el Estado sólo se justifica por su rectitud, se legitima por su eficiencia, por la transparencia de sus acciones en pro del interés general, por no ponerlo al servicio de patrones de intereses particulares. No se enteró de que el poder se explica únicamente por bien servir al pueblo, destinatario y beneficiario de los actos de autoridad.
Debería hacerlo muy pronto, queremos saber de su boca en dónde deja al país al término de su gestión, aunque es anticipable que reiterará que nos estamos afirmando como potencia
(La Jornada, 21/6/18). Abandonando su arrogancia debería poner en claro en qué y por qué deja una nación en quiebra. Una aclaración que es central sería explicar los asesinatos políticos y otras erupciones sociales de hoy. Aceptar las triquiñuelas a las que acudió su gobierno irrumpiendo en los procesos electorales. Deja mil preguntas sin contestar, la epilogal: ¿Por qué más de 100 asesinatos? ¿En dónde estamos?
Dadas las circunstancias, debe dirigirse no a un país como sujeto político, sino a una comunidad humana de raíces tradicionales, de fundación cívica semejante, de emociones compartidas, cuyo principal valor es la unidad de sentimientos patrios, las razones de lo que es y su adhesión a una aspiración común de destino. A esa unión cívica debe dirigirse.
En búsqueda de alivios parecería atinado colocar a Peña Nieto ya en el pasado. Eso no equivaldría a una exoneración, ¡nunca! Pero sí acomodarlo en el sitio en que él mismo se ubic:, el del desprecio y condenación populares. Sería deseable que el aserto fuera justo y así poder poner la atención en el futuro, al que también, aunque con otras razones, le es exigible el explicar en dónde estamos y para dónde vamos.
Para AMLO, triunfador de este momento, le es obligado despejar en las semanas venideras semejantes cuestiones: en dónde quedamos y a dónde vamos. De la primera interrogante no se espera la revelación de nada, no un incendio, todo está ya expuesto o es previsible, pero es deseable oírlo de él. Sí, una justa exposición analítica del momento.
De la segunda cláusula se espera mucho y con gran ansiedad. Los que votaron por él desean confirmar sus anhelos, los no pocos que lo repelen, algunos de ellos son discrepantes honestos y otros disidentes arrogantes, quisieran oír anuncios sedativos de sus temores. Ven a AMLO como amenaza a sus privilegios: poder y riqueza, en dos palabras.
Los cinco meses de interregno, cuya transitabilidad es responsabilidad de EPN, para AMLO lo será de rencontrase con México, ratificar afectos y suavizar desencuentros. Un deber primario de su gobierno es regenerar la armonía, la cohesión, el compromiso comunitario, por encima de las divergencias naturales que deben ser aplazadas, y decirnos para dónde vamos juntos, unidos en lo esencial, que es la restauración nacional después de casi 20 años de carpa vulgar, mediocridad y veleidades.
EPN y su ego tan mal herido hacen imposible pensar en cualquier acto o dicho de honesta confesión. Habremos de oír de él divagaciones de autoelogio, justificaciones, reclamos a quien no lo entendió. Habremos de enterarnos que convirtió a México en casi el Paraíso y quedamos en espera de AMLO, al que el pueblo le concederá muy poco tiempo para evidenciar su espíritu reformador. Hay que agregar una certidumbre: estamos dispuestos a esforzarnos unidos y a condescender sabiamente. Serán los costos de la reconstrucción nacional.