Viene Brasil
dictos a los lugares comunes, no pocos periodistas mexicanos mencionan el panzazo
para ningunear a un Tri que con seis puntos clasificó a octavos. Ya se olvidaron de que ganaron a Alemania y que un mal partido lo tiene cualquiera. Siempre frustrados y descontentos, no saben reconocer lo bueno y prefieren vivir entre la amargura y la conspiración perpetua.
Brasil será el rival de México el próximo lunes. Si al Tri le sale un partido como contra los teutones llegarán a cuartos. En caso contrario serán pasto de la perrada periodística, ávida de fracasos porque sólo así justifican su salario.
Pésimo juego ante unos suecos que no se hicieron los suecos. Los sudcoreanos trabajaron como cosacos para traer a este atribulado y enfermo país un soplo de alegría, de una felicidad tan desconocida desde hace años.
Mordió el polvo la orgullosa Alemania, la campeona del mundo en Brasil 2014. Un puñado de mexicanos se reunió después del partido ante la embajada del país asiático para expresar su agradecimiento. Salió al balcón el embajador para dar las gracias. Hoy, todos somos coreanos del sur.
Gracias a Guillermo Ochoa los rocosos suecos no le metieron al Tri media docena de goles. Los verdes, hoy de nuevo ratones, salieron a la cancha dormidos, crudos y pagados de sí mismos, salvo Carlos Vela, el jugador más talentoso de la selección.
Pero un mal día lo tiene cualquiera. A pesar de su constelación de estrellas, comenzando por el teatrero Neymar Jr., el Tri puede hacerle a ese equipazo la vida muy difícil. Los jugadores mexicanos se engallan ante rivales grandes y se achican hasta el ridículo con los débiles. Es destino.
Gallarda la postura del colombiano entrenador del Tri Juan Carlos Osorio quien, tras el partido, cargó con toda la responsabilidad del desaguisado reconociendo que su planteamiento táctico fue desastroso. Y así fue.
Osorio, guste o no, es un líder porque ha sido capaz de ganarse la confianza y el respeto de sus jugadores, y eso no tiene precio.