omos un país multicultural con 69 lenguas y nos expresamos en una. ¿Tiene sentido rescatar las otras 68?
Si existen 7 millones de hablantes de lenguas indígenas que representan 6.5 por ciento de la población, ¿conviene fomentar su uso? ¿La recuperación de las lenguas indígenas no excluye a sus hablantes de un mundo global? ¿No los aísla, no limita sus oportunidades?
He sido jurado en varios premios literarios y sobre el trabajo editorial. En una ocasión propuse premiar tres libros traducidos a lenguas indígenas que contenían poemas y textos en prosa de Octavio Paz y un funcionario público dedicado al idioma, una ex funcionaria que fue responsable del área de literatura por varios años, un par de escritores y tres editores privados dieron marcha atrás a mi propuesta con el argumento de que el idioma mayoritario del país era el español.
Con esa lógica ninguna minoría merecería ser tomada en cuenta, ni la de los escritores, por ejemplo...
Las lenguas son herramientas para comunicarnos pero también son sistemas de conocimiento. Son una especie de disco duro que actualiza cada hablante al usarlo. Si el bit coin es un software en constante desarrollo que es también un soporte económico, las lenguas vivas también son un soporte que fija conocimientos y su uso resulta indispensable para generar riqueza.
No me extraña que los mixtecos que trabajan como campesinos en California lleven a los maestros de sus comunidades de origen para que les enseñen a sus hijos su lengua: ella es la memoria viva de sus costumbres, de sus ritos funerarios, de su cosmovisión, gastronomía, de sus formas de cortejo.
Pero, ¿no se fija mejor el conocimiento en la escritura que en el lenguaje oral? No es garantía de que eso ocurra, me dice el lingüista Fernando Nava López: si un pueblo ha respaldado en la escritura su lengua es el romano y, salvo especialistas, nadie habla latín; sobreviven términos en la medicina y el derecho pero ni los curas lo hablan y quienes lo hacen no lo hacen bien.
‘‘El fomento a la lectura en lenguas indígenas sólo puede tener resultados siempre y cuando se fomente también la tradición oral en las comunidades nativas. Este balance resulta indispensable para hacer que estos dialectos o lenguas pervivan a sistemas y formas monolingües hacia donde nos ha orillado la cultura global.”
Para él la cultura escrita y la oral deben mantenerse en un balance porque no hacerlo puede atentar de manera dramática a las comunidades.
‘‘Debemos ver a las lenguas indígenas como un derecho vital de las comunidades, que pueden representar vida o muerte en casos de salud; justicia a culpables o injusticia a inocentes en faltas mayores.’’
El primer congreso internacional para fomentar la lectura en lenguas indígenas llevado a cabo hace unos días en Oaxaca nos hizo comprender que sólo fortaleciendo lo propio podremos aprovechar mejor los beneficios de la aldea global y sortear sus inevitables miserias.