onald Trump, mito sombrío, pesadilla de la imaginación que repele por la ceguera de su protagonismo que parece conducir a un fatal destino.
Por la pantalla televisiva desfilan ante nosotros una procesión de fantasmas del extravío y el terror que los acontecimientos provocados por la omnipotencia del presidente estadunidense infunde: las escenas de estos días nos parecen de una crueldad sin sangre que califico de traumática; niños enjaulados separados de sus padres por órdenes del imperio del vecino del norte.
Dos mil 300 menores, la mayoría mexicanos, han sido separados de sus familias al cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.
La indignación y las protestas a escala mundial, en México e incluso en el mismo Estados Unidos no se han hecho esperar.
Desenlaces infaustos e imprecisos, resultados funestos de una fuerza desconocida difícil de definir, pero a la que el mundo obedece a pesar suyo. Los niños enjaulados se llenarán de amargura, miedo y depresión. Algunos más débiles sicológicamente sufrirán inevitablemente neurosis traumáticas a lo largo de su vida.
Teóricamente, en los niños abandonados se produce en lo sensorial, una desproporción por exceso en la captación de estímulos que provienen de afuera, en intentos de compensar la carencia sobre lo que proviene del interior. Es decir, los más débiles previamente acabarán más lastimados.
La percepción y la memoria se verán modificadas en función de la desproporción, alterándose en diversos grados la realidad y el juicio crítico. Acompañado todo ello de un gran desamparo que enlaza con lo anterior y una depresión de la motivación.
Si no me equivocó esta separación-abandono tenderá a originar una división en dos lenguajes como defensa frente a la omnipotencia del perseguidor omnipotente: el público, que sigue sus reglas y símbolos, y el privado, similar al del niño que no puede todavía articular las palabras para simbolizar.
Esto lleva al niño abandonado y/o torturado en la ‘‘cárcel de la jaula” –que recuerda la humillación salvaje que vivió don Quijote de la Mancha– y defensivamente crea un sublenguaje también privado, que se manifiesta en pequeños minidialectos: frases entrecortadas, pérdidas sin fin, modulaciones de voz sin sentido, ademanes y gestos incomprensibles y no son operativos en el mundo enjaulador que habla un lenguaje internacional de eficiencia y organización.
Terrible condición de los migrantes y de sus hijos siempre pendientes de los vaivenes omnipotentes, como el marino de las mudanzas del cielo.
Lástima que en este juego de omnipotencia, el caos tienda a dominarnos y nos lleve a actuar la rabia contenida a pesar de la fuerza de nuestro perseguidor el señor Donald Trump.