n una sociedad como la nuestra pareciera que nada se hace sin dinero. Y los gobiernos y los partidos políticos –y quienes nos gobiernan y sus equipos– parecen tomarlo como una regla de oro. Por lo mismo, entre muchas otras cosas, las elecciones, las obras públicas y los servicios comunitarios resultan en una inversión tan cuantiosa como onerosa (para no hablar del sobrecosto que implica el robo de los recursos públicos por muy diversos ductos).
Salud y educación son, sin duda, aspectos fundamentales de buen gobierno. Pero los responsables no conectan salud con ecología y ésta con otros temas. En la encíclica Laudato Si, la Iglesia católica (como pensando en los comerciantes inmobiliarios, los constructores y los políticos nuestros, que sólo por excepción no son católicos: visitan Roma, quieren por lo menos, una foto con el sumo pontífice, no se pierden las grandes ceremonias religiosas de esta Iglesia absorta en la pompa, pero no dudan en destruir la naturaleza en perjuicio de la humanidad, hipócritas como son), por conducto del papa Francisco se recuerda una alabanza atribuida a Francisco de Asís: Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba
. Más adelante precisa: Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.
Otros países, de mayoría católica o no, parecen ser más sensibles a llamados como ese. Hoy se han popularizado los árboles de Madrid. Las autoridades de esta comunidad plantaron más de cinco millones de árboles y luego midieron sus efectos. Los resultados, mediante la aplicación del método iTreeEco han sido positivos para la salud y el erario. Se han podido evitar alrededor de 3 mil 600 casos de asma y 4 mil síntomas respiratorios agudos al año. La verde y recia presencia de árboles como el pino piñonero, el plátano de sombra y la encina han contribuido a captar casi 700 toneladas de detritus y a generar un ahorro de 25.7 millones anuales de euros. Un caso curioso: la organización Reforestación Extrema se propinó un autogol (para estar a tono con el microclima futbolero) al declarar que los árboles sólo sirven para ofrecer sombra y ornato. Nunca se ha pronunciado por las causas de defensa de las áreas verdes y en los hechos más parece una extensión del Partido Verde que una ONG que intenta cumplir con sus objetivos proclamados en su nombre mismo.
Inglaterra, por su lado, anunció este año que plantará millones de árboles en un cinturón de costa a costa de la isla. Los países nórdicos, así como Hungría y Alemania son ejemplos que por fortuna han sido contagiosos. No para nuestro país, aprontado a recibir malas prácticas globales y blindado para las buenas.
Como se sabe, la vegetación proporciona salud, bienestar, reducción de la violencia, propensión a la lectura, la reflexión, el arte y el cultivo sentimiental. Algo de este tema pensé que se daría durante el tercer debate presidencial. Salvo menciones aisladas, como la arborización en el sureste de México anunciada por Andrés Manuel López Obrador, no hubo tal.
La Jornada ha venido cubriendo la lucha que sostienen los vecinos de la colonia Independencia, el antiguo barrio Sanluisito identificado con el proceso industrial de Monterrey. La Junta de Vecinos en Resistencia de ésta y otras colonias se dirigió a nuestro diario para denunciar un proyecto vial, turístico y comercial entre su zona y la del sector con mayores ingresos. Para ellos el proyecto significa gentrificación, despojo y destrucción de su comunidad.
En el área del Monterrey metropolitano son numerosos los casos de depredación (el parque de la extinta Fundidora Monterrey, el parque La Pastora y, más recientemente, los intentos de convertir las áreas verdes del río Santa Catarina en cemento) en favor de intereses especulativos. ¿Hay alguna autoridad que nos defienda de ellos? Ninguna. Lo que sí hay son amenazas de muerte para los ciudadanos que luchan por la preservación de su entorno, como la recibida por Guillermo Martínez Berlanga, un caso extraordinario de industrial y ecologista, que se opone al cambio de suelo del parque Rufino Tamayo.
Tala, contaminación y urbanización irracional son enemigos a vencer. No podemos sino convencernos de que dependerá de los ciudadanos, en gran medida, colmar la ausencia de imaginación en quienes nos gobiernan. Tenemos que dejar atrás la cajonera napoleónica de gobernar, y hacernos a esa manera politemática que permita dar soluciones integrales a los problemas comunitarios.