ualquier creador que tome el texto del Satyricon atribuido a Petronio como sustento de una versión escénica de la obra, casi por fuerza deberá poner en el centro de sus modus operandi la palabra ‘‘decadencia”. Así lo entendió el gran cineasta italiano Federico Fellini, quien dio a conocer en 1979 su excesivo y fascinante Fellini Satyricon, filme en el que explora con su estilo inconfundible las cloacas de la depravación de la Roma antigua. Y así lo entendió también, un par de años más tarde, el compositor italiano Bruno Maderna, quien entre 1971 y 1973, al final de su vida, hizo del Satyricon una ópera de cámara no menos excesiva que la película de Fellini. Esta obra postrera de Maderna fue puesta en escena hace unos días en el Teatro de las Artes, con el Ensamble del Cepromusic dirigido por José Luis Castillo, y la dirección escénica de David Gaitán. El resultado, ciertamente interesante, tuvo dosis diversas de aciertos y defectos, pero resultó positivo en general. En su texto introductorio, Gaitán menciona el desparpajo y la libertad como elementos imprescindibles en contra de la vigilancia, la persecución y el castigo. Tiene razón, sin duda, y la suya es una posición no sólo estética sino también política. No olvidar, sin embargo, que esos dos elementos bien pueden desembocar en el libertinaje teatral.
En su trazo escénico del Satyricon de Maderna, Gaitán opta por el pasticcio, aproximación que va bien no sólo con el espíritu del texto original (y el libreto de Ian Strasfogel) sino también con la ecléctica partitura de Maderna, en la que hay además ciertos elementos de aleatorismo. Así, el Satyricon visto y escuchado en el Teatro de las Artes pasó por el cabaret, el expresionismo, el music hall, el Singspiel… y hasta un poco de ópera. El propio Maderna invita, sin duda, a este tipo de presentación poliestilística, ya que su partitura posee cualidades estéticas que en diversos momentos se instalan en un abierto posmodernismo. Así, por ejemplo, las numerosas citas que contiene la partitura, de compositores como Verdi, Puccini, Wagner, Bizet, Gluck y varios más, insertadas por Maderna con evidente espíritu satírico. Otro ámbito en el que este Satyricon tiende a la variedad es en el carácter políglota de su texto, presentado en cuatro idiomas, y que representó uno de los puntos débiles de esta puesta en escena: una mayoría sustancial de nuestros cantantes simplemente no domina la correcta pronunciación del inglés, lo cual provoca incluso involuntarios momentos de risa loca. Hablando de lo cual, la puesta de Gaitán se inclina abiertamente por el lado humorístico y desparpajado al que se refiere en su presentación, logrando buenos momentos de teatro musical apoyados por ciertos elementos escenográficos de buen impacto visual. Y si bien es cierto que la parte teatral del espectáculo pecó por momentos de hiperactividad, también es un hecho que fue posible percibir algunos aciertos indudables. Entre ellos, el playback electroacústico con el que se inicia la obra, y un escenario secundario (en realidad, de capital importancia) parte ventana, parte pantalla, parte caja de luz, muy bien realizado técnicamente y en el que ocurren asuntos destacados de la ópera de Maderna. Interesante, también, el haber dado ciertas acciones escénicas a algunos de los miembros del Ensamble del Cepromusic.
Entre los elementos de este Satyricon que pueden dar lugar a discusiones más extensas está por ejemplo el hecho de que si bien tanto el texto original como la película de Fellini contienen una importante componente de sexualidad, aquí fue posible mirar mucho sexo, pero escaso erotismo. Quizá un manejo de lo hormonal con menos grand guignol y más sutileza hubiera dado lugar a una mejor caracterización de ese importante elemento que permea el Satyricon.
Lo más importante de todo esto es, en fin, el hecho de que el Centro Nacional de las Artes se esté atreviendo con frecuencia a proponer una oferta escénico-musical apartada de los cansinos cánones de siempre y del lugar común, aunque los resultados sean tan dispares como, por un lado, este energético y potente Satyricon, y por el otro alguna inane adaptación de una inane opereta inglesa.