i existiesen esos tres departamentos a mi nombre, se los regalo al señor Meade”, contestó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a uno de los recurrentes ataques que le lanzaron los otros candidatos durante el segundo de eso que algunos llaman debate
. Pocos días después cené con un distinguido panista, al que aprecio y respeto, y entre muchas otras, me dijo dos cosas: me contó cómo cambió (para mal) la personalidad y el trato de Felipe Calderón ya en el poder, y me dijo que, si algo sabemos de López Obrador es que eso no le pasará: es ajeno al mareo del poder por el poder
; y, sobre el tema de este artículo, no les cabe en la cabeza que a López Obrador no le interese la riqueza material. Y mientras no entiendan eso, van a seguir dándose de topes con la realidad
.
No les cabe en la cabeza
. A personajes como a los que Meade protege o que a Meade asesoran; a personajes como a los que Anaya protege o a Anaya asesoran; a los propios señores Anaya y Meade les resulta inconcebible, al parecer, que un hombre que ha sido jefe de Gobierno de una de las ciudades más grandes y conflictivas del mundo, que un hombre que está a punto de alcanzar la Presidencia de la República, sea inmune a la ambición vulgar de poseer un departamento en Miami, una casa en Atlanta, un castillo en la Riviera maya o francesa, cuentas en euros en paraísos fiscales, y todas esas pequeñas cosas, desde autos o relojes hasta botellas de vino, que los políticos tradicionales atesoran en sus mansiones, custodiados por eficaces guardianes.
Así, le acumularon a AMLO mansiones en La Toscana (tan sólida y contundentemente refutada, que es increíble que haya gente que aún lo crea), tres departamentos (las carcajadas frente al ridículo hecho por Meade aún no se apagan), y corbatas, relojes, autos, zapatos, yates inexistentes, suyos o de sus parientes inmediatos. Cada una de esas calumnias, como cada una de las calumnias sobre bienes o cochupos, transas o contratos como los que cada semana se muestran documentadamente sobre políticos priístas o panistas, no ha hecho otra cosa que terminar fortaleciendo al candidato de la oposición.
Se podría argumentar que, de uno y otro lado, hay cuentas escudadas en el anonimato y campañas de repetición de mensajes de descalificación. Pero en el caso de las campañas de los señores Anaya y Meade, las campañas de descalificación y de odio surgen de los propios candidatos y de sus inmediatos asesores. Los candidatos se exhibieron en el primer debate
manipulando números de manera fácilmente refutable. ¡A qué apostaban, a que a ellos los verían millones de personas en cadena nacional y que las refutaciones no tendrían igual impacto?
Las mentiras y la campaña sucia es moneda corriente en las declaraciones de Aurelio Nuño Mayer y Javier Lozano Alarcón, del cuarto de guerra de Meade; o de Jorge Castañeda y Diego Fernández de Cevallos, en el de Anaya. Y de la mentira a la denostación, sólo hay un paso.
Así, Nuño: “Lo único que te muestra… es que ya no está en sus cabales, que está francamente desequilibrado”. Tuits, mensajes, entrevistas igual o más ofensivas pueden rastrearse en otros destacados personajes de las cúpulas del PRI, el PAN y sus adláteres y subordinados, como el PVEM y el PRD.
De ahí al racismo y clasismo de muchos dirigentes y funcionarios menores de ambos partidos, o militantes de una u otra campaña, sólo hay otro paso… los dos más recientes son el funcionario colimense que llamaba a votar por López Obrador con la mugre de los dedos, o la increíble turista que en Madrid, además de exhibirse, entre brinquito y brinquito gritó (grito recurrente), pónganse a chambear
.
Si así actúan quienes tienen nombre y apellido, sí así lo hacen los jefes de las respectivas campañas, no debe extrañarnos que en las redes sociales los infundios y los denuestos lleguen a increíbles niveles de virulencia.
Si la mentira descarada o la dscalificación soez son las armas de coordinadores de campaña, ¿qué se puede esperar del anonimato de las redes?
Las redes sociales dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas.
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