os universidades de Estados Unidos, Princeton y Stanford, ofrecieron comprar el archivo Elena Poniatowska así como han comprado, entre otras, cartas de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Garro y otros documentos. Felipe Haro, su hijo, pidió que el acervo permaneciera en México. La biblioteca de la Universidad de Austin tiene documentos invaluables de historia de México, la Fundación Ransom conserva a todo García Márquez; es mejor que todo se quede en México.
Felipe Haro decidió hacer una fundación, y Elena Zepeda, entonces secretaria de Cultura del Distrito Federal, ofreció su ayuda. Se creó la Fundación Elena Poniatowska Amor y Haro; con unos archivistas recomendados por la librería Gandhi, hicieron una primera clasificación de la biblioteca. Felipe comunicó su proyecto por redes sociales y ahora cuenta con muchos seguidores.
“No sólo se trató de libros, sino de preocuparse por el país. Fuimos de los primeros en entrar a Guerrero en las inundaciones de 2013 que devastaron la tierra. Por medio de la Cruz Roja, la Fundación contribuyó con 300 despensas. Un particular nos donó 20 toneladas de papa. La gente nos recibió agradecida. Al principio me daba pena dar crédito a la fundación, pero alguien se me acercó: ‘Tú tienes que decir que es la fundación la que trae estos víveres’.”
En Puebla se organizó un curso de periodismo con Quorum Informativo, y la Fundación se vinculó con diferentes universidades, la de Guadalajara y la de Monterrey, por conducto de Sanjuana Martínez, y la de Puebla, que a final de cuentas no prosperó. El 19 de septiembre de 2017, enviamos dos tráileres, regalados por empresarios a través de Claudia Yaca, y una camioneta con alimentos a Puebla y a Morelos. En la calle de Asia, en Coyoacán, pusimos un puestito y mucha gente nos llevó latería y semillas que llevamos a los damnificados de los sismos.
“La historia de la Fundación es larga. Cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe de gobierno de la capital nos ofreció la sede del antiguo Banco del Atlántico, demasiado grande y en mal estado, al lado de la sede del Instituto de la Ceguera, en Coyoacán, que es, posiblemente, una de las delegaciones con más instancias culturales. Ahora, viéndolo a la distancia, en ese espacio se hubieran podido hacer muchísimas cosas si hubiéramos tenido apoyo. Luego, Marcelo Ebrard nos ofreció una casa colonial antigua muy bella y en muy mal estado en el Centro, al lado de la Librería Porrúa, pero la habían ocupado unos indigentes y ningún gobierno se atreve a sacar a indigentes a la calle por el problema político que provoca. Después, Rafael Tovar y de Teresa nos ofreció en comodato la actual casa en la colonia Escandón. La casa no es nuestra, es un préstamo indefinido que se llevó a cabo gracias al entusiasmo de la directora de la Secretaría de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, que entregó al proyecto su interés apasionado, porque cuando le pregunté: ‘¿Cuándo firmamos?’, nos respondió al arquitecto Francisco Martín del Campo y a mí: ‘Ahora mismo’. Nos sorprendió por su eficacia y buena voluntad.
“Ahora, después de que Maraki nos entregó la casa el pasado 19 de abril, con la colaboración del arquitecto Francisco Cornejo, que fue una ayuda indispensable, estamos listos para arrancar nuestras actividades, aunque ya presentamos un documental sobre Guillermo Haro a 30 años de su muerte e hicimos un debate sobre cultura en el que participaron casi todos los alcaldes de la delegación Miguel Hidalgo a la que pertenece la casa, en la calle de José Martí número 105, en la colonia Escandón.
“El arquitecto Francisco Martín del Campo ha sido esencial en la realización de nuestro proyecto. Su entusiasmo y generosidad imparable renovaron el pequeño edificio y lo hicieron funcional. En el Consejo de la fundación contamos con Javier Aranda, colaborador de La Jornada, y con la escritora feminista Marta Lamas, así como con Emmanuel Haro, Paula Haro y yo. El presidente del Consejo es el doctor Juan Ramón de la Fuente y ya hemos firmado un convenio con DocsDF, que dirige Inti Cordera, para hacer documentales. Ulises Castellanos, consejero de la Fundación, dará un curso de story teller, sobre cómo contar historias en video; Adela Celorio, que tiene un taller literario en su casa, dará uno de cuento y escritura creativa. Buscamos que artistas plásticos colaboren con su obra y varios intelectuales mexicanos, como Jenaro Villamil, Fabrizio Mejía Madrid y Juan Villoro presentarán libros; varios pintores también expondrán sus obras. Hay mucha gente que quiere presentar libros y documentales, ya que contamos con un auditorio de más de 50 personas.
“Mi interés es preservar la memoria de Guillermo Haro y la de Elena Poniatowska Amor. Ahora me doy cuenta de que las posibilidades de la Fundación son infinitas: cursos, talleres, exposiciones, tareas vigiladas para niños en la tarde, todo ello a partir de los intereses de la entrañable colonia Escandón, que tiene mucha historia y nos ve con mucha simpatía, porque siente que la casa es suya, como debe ser. Ya son muchos quienes nos saludan, ya somos amigos del taquero, de los chinos, de la cantina de al lado –se llama El León de Oro– y de otra, La Colonial. La gente está muy esperanzada y muy ávida de hacer suyo este enclave cultural en una colonia de mucha tradición en la ciudad. Para que tenga continuidad, se tiene que contar con algún capital, porque todo mundo cobra, aunque poco, pero cobra, y se les tiene que pagar. Maestros, expositores, conferencistas, luz, teléfono, agua. Ninguna fundación sobrevive sin capital. Es también la manera para que el alumno se comprometa con la Fundación. Vamos a becar a muchos jóvenes, ofrecer cursos, tener un espacio en las tardes para que los niños hagan su tarea ayudados por un guía y maestro. Está el cuento del pescador: ‘no me des pescado, enséñame a pescar’, por eso una fundación tiene que contar con recursos propios.
También me han apoyado Elena Cabrera y Cecilia Cano Rodríguez en las donaciones, Abigaíl Sánchez Corona en la administración y asistencia de dirección, Liza Navarro Rosas con el diseño gráfico y web, Silvia Sánchez Montero en el archivo documental y Alina Schmidt Sánchez en la biblioteca, que al igual que yo aman al proyecto, y consideran que al participar ahondan sus raíces y pertenecen mejor a nuestro país al cuidarlo y entregarle su inteligencia y su trabajo. Al igual que yo esperan que la Fundación crezca y tenga proyección a escala de la Escandón, después de la Miguel Hidalgo, de Ciudad de México, luego de nuestro país y después del mundo. Que tenga proyección de lo particular a lo universal. Lo primero es que esta iniciativa cultural funcione, se estabilice y se consolide en todos los sentidos: culturales, educativos, de apoyos sociales, la participación de los colonos de la Escandón y luego de los maestros dispuestos a dar su tiempo y su trabajo.
A veces a la colonia Escandón la llaman Escandinavia. Situada entre las avenidas Patriotismo, Revolución y Viaducto, contó con una muy célebre pulquería de mucho ambiente, La Pirata, en la esquina de 13 de septiembre y 12 de diciembre, y otra La Oficina en la José Martí. Originalmente, la colonia era parte de la Hacienda de la Condesa de Miravalle y muchos dicen que aspira a ser una nueva colonia Condesa, ajetreada y cafetera. De ser una de las zonas exclusivas de la época porfiriana, en la Escandón, asoleada y pajarera como podría decir Ramón López Velarde, abundan desde hace más de 80 años muchas primarias en las que los niños entonan el Himno Nacional Mexicano mientras sus maestras recuerdan la Peregrina, de Felipe Carrillo Puerto. En el Jardín Morelos, frente al mercado, los niños y quienes han alcanzado la tercera edad se sientan al sol a recordar que Octavio Paz escribió alguna vez que la felicidad es una sillita al sol.
Todos los barrios de Ciudad de México tienen su historia, pero la atmósfera de la Escandón es única: sus calles y parques públicos platican, saludan a los vecinos, cantan, curiosean, van por el pan, bailan, huelen a bonito. La Escandón tiene una atmósfera provinciana, de banca al sol y campanadas en el cielo que atrae a muchos visitantes… Entre los colonos y estos maestros visitantes, la Fundación Elena Poniatowska espera poder ofrecer varias actividades culturales y contar con la presencia de niños, jóvenes, hombres y mujeres de la tercera edad interesados en México y en su cultura. Nada podrá hacerse en la calle de José Martí número 105, si no es a través del interés de los colonos.