Su entrenador asegura que era tranquilo
Martes 5 de junio de 2018, p. 5
Esa noche había desconcierto en Pueblo Yaqui. Alrededor de las siete de la noche del domingo, un par de tripulantes de un Matiz color gris fue acribillado en una calle del poblado, ubicado a unos 20 minutos de Ciudad Obregón, Sonora. El editor de un periódico local –El Diario del Yaqui– recibió la orden de cubrir lo que parecía uno de los frecuentes crímenes que aquejan la región. Pero había un extraño clima de nerviosismo entre curiosos y policías que abarrotaban la zona. En pocos minutos se esparció el rumor que terminó por ser confirmado: una de las víctimas era el boxeador Gilberto Yaqui Parra, un discreto ídolo local, pero muy apreciado por la comunidad.
Ciudad Obregón, cabecera del municipio al que pertenece Pueblo Yaqui, tuvo 166 homicidios en 2017, tasa que la ubicó como la número 31 de las 50 ciudades más violentas del mundo, según un estudio que presentó el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.
Parra era un estandarte de Pueblo Yaqui; lo anunciaba antes de cada combate y lo ostentaba en el fajín del calzoncillo con el que subía al cuadrilátero. Ese rasgo lo apreciaba mucho la gente del poblado, que se movilizaba cuando peleaba en Ciudad Obregón.
Aunque no ganó el cetro mundial minimosca de la Organización Mundial de Boxeo ante el filipino Donnie Nietes, sus paisanos lo querían como si hubiera regresado con el cinturón. Tenía 25 años y grandes esperanzas de conseguirlo pronto. Buscaba subir en las clasificaciones del Consejo Mundial de Boxeo y obtener la oportunidad de una eliminatoria para el título en poder del japonés Ken Shiro, cuenta Miguel Molleda, quien fue entrenador de Parra.
La proximidad con la gente lo hacía popular y querido, relata Joel Luna, editor de El Diario del Yaqui. En la carretera a la entrada del pueblo, la abuela del pugilista tiene un modesto restaurante muy visitado, donde el plato estrella es el caldo de caguamanta. Cuando no tenía pelea, Parra la apoyaba como mesero.
Uno como entrenador sabe cómo viven nuestros muchachos
, indica Molleda; a veces los correteamos o los aconsejamos, pero Gilberto era muy trabajador, no tenía vicios ni enemigos. Estaba dedicado al boxeo y a su familia, su esposa y sus dos hijos pequeños. Es de esos casos en los que uno no sabe por dónde pudo venir la desgracia
.