asi con rumbo desconocido y agenda tortuosa, el tercer y último debate presidencial se abre paso y empieza a concitar preocupaciones y especulaciones mil. No son baladíes los temas previstos por los encargados de organizar el encuentro, pero por su número y falta de jerarquía amenazan con volver la cita de Mérida otra frustrada miscelánea en cuyos archipiélagos y estrechos los contendientes encuentren refugio y pretexto para no afrontar lo importante y evadir lo urgente, las vertientes obligadas de todo debate en verdad dirigido a esclarecer los campos, los litigios y las posiciones políticas que puedan llevar al elector a decidir su voto.
No sirven para eso los debates, se desgañitan los expertos y los no tan escondidos publicistas que parecen dominar el panorama discursivo de nuestra pluralidad política en explicárnoslo. Tampoco, a juzgar por los resultados demoscópicos, sirven para mayor cosa en materia de (re) definir las preferencias ciudadanas. Sí han servido, qué duda cabe, para hacer evidente nuestra pobreza retórica y la práctica ausencia de experiencia y cultura del debate. Lo nuestro, nos dicen los candidatos, está en otra parte y sus reinos, todavía imaginarios, son de otro mundo: ya verán, parecen querer decirnos cuando optan por un desplante que sobre la marcha alguno de ellos consideró útil para marcar la diferencia o darle un uppercut al adversario.
La fragilidad y la vulnerabilidad, asociadas férreamente a la pobreza masiva en el campo y la ciudad, y un crecimiento económico bajo y débil en extremo, forman el vértice de nuestra economía política actual. Rodeada por un entorno en extremo hostil y un problemático contexto de cooperación entre los actores principales de la economía y la distribución, dicha economía política parece despojada de sus proverbiales reflejos y capacidades para, frente a la cruel adversidad, cambiar el rumbo y el ritmo de la evolución económica y empezar a alterar el terrible estado de la distribución social.
Deberíamos esperar y reclamar, de quienes pretenden gobernar el Estado y conducir la sociedad, alguna toma de posición ante esta dura problemática. La democracia se nos presenta hoy no sólo como camino deseado y deseable, sino como problema, según fórmula feliz de José Woldenberg y lo mismo podemos decir de la economía entendida como un complejo de producción, distribución y poder: no es más la plataforma para soñar con nuevas y audaces modernizaciones, sino una encrucijada debajo de la cual no se ve hoy nada más que interminables abismos.
Las palabras presidenciales de hace unos días, rechazando que suframos una crisis económica y llamando al optimismo, no encontraron la desembocadura adecuada: que, en efecto, no se trata de una coyuntura crítica, sino de algo más ominoso, un sendero sometido a un cuasi estancamiento cuyo ritmo es insatisfactorio. Sobre todo si el mirador que escogemos es el cúmulo de necesidades sociales insatisfechas y la carencia abrumadora de accesos y garantías al disfrute de los bienes públicos indispensables para una vida digna, no digamos moderna.
Este es el cuadro que conspira contra la política democrática y un buen gobierno, y es frente a él que los candidatos deberían arriesgar tesis y propuestas congruentes. No sólo para los grandes destinos y avenidas del desarrollo, el bienestar y nuestro lugar en el mundo, sino para lo inmediato que se ha vuelto fundamental: la inseguridad ciudadana y social; la salud oportuna y suficiente; la educación como aprendizaje y formación de ciudadanía republicana.
Es decir, lo que se dejó de atender y cuidar por décadas y hoy se ha vuelto un remolino que, contra lo que cantaba un corrido, no nos alevanta
, sino nos hunde.
Por esto y más, hay que ir al debate y reclamar una deliberación ambiciosa; crítica y sin ambages, pero también consciente de la productividad de un diálogo que, para serlo, supone el reconocimiento y la valoración del otro, de los otros…
Nota Bene: este lunes 4 de junio, El Universal, Milenio, El Informador de Guadalajara y Pulso de San Luis Potosí, junto con MVS, pondrán en circulación las respuestas de los candidatos presidenciales a las preguntas que, semanas atrás, un grupo de ciudadanos les hicimos llegar. Hay que leerlas, porque hubo dedicación y esmero.