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Puntos sobre las íes

Recuerdos Empresarios LXXIX

Y

más sustos…

Conchita, apenas llegada a México, se encontró, en un hotel en Manzanillo, con cucarachas voladoras y más tarde también supo de chinches voladoras; llegada a Tuxpan, diose con sapos dormilones en las camas y lo peor le ocurrió en Mazatlán.

Y así lo escribió:

“Pero quizá la más espantosa experiencia hotelera la haya conocido en Mazatlán. Miraba yo desde una ventana al patio, cuando me pareció ver que las espaldas de todos los sillones se movían, se deslizaban. Fijándome con más atención en el fenómeno, di gracias a Dios por no habérseme ocurrido sentarme en el patio. Una culebra enorme, gordísima y larguísima, se deleitaba al sol enroscada sobre varios sillones.

‘Es inofensiva –me informó el mozo–, se come las moscas’.

“Así, pues, mi experiencia en Manzanillo no fue más que el comienzo de una serie de incidentes vulgarmente llamados pintorescos. A mí me encantaban, por parecerme estar viviendo lo que apenas conocía y como anécdota en la vida de los otros. Hasta hubo un pueblo en el que no pudimos dormir porque el dueño de la pensión que nos hospedaba ‘a los sinvergüenzas de los toreros, porque no pagan las dormidas’, y en otro nos detuvieron acusados de habernos robado un colchón.

‘Pues sí, ha desaparecido’, gritaba, descompuesta, la dueña de la fonda.

“De repente recordé que antes de acostarme había quitado el colchón –tenía unos dos centímetros de espesor– de la cama extra que se encontraba en mi cuarto y lo había colocado sobre los alambres de mi cama.

“Nos reímos con gusto.

“Los pueblos no serían cómodos, más cuando después de comer una tortilla con ‘fréjoles’ nos sentábamos en un modesto patio escuchando la voz joven y melodiosa de algún compañero, Dios pagaba con creces las incomodidades materiales. Jamás volví a conocer noches tropicales como aquellas, cuando en silencio mirábamos las siluetas de las palmeras, los grillos conversaban y brillaban las estrellas.

“Dentro de unos años las fondas con chinches y las pensiones sin agua pasarán a la historia y no habrás más que hoteles magníficos llenos de mullidas alfombras, aire acondicionado y música enlatada, agua caliente, agua fría y agua helada. Pero como esta vida es de compensaciones, habrá que inventar una red que nos salve de la plaga de los turistas.

***

“Quizás el viaje más empolvado, más caluroso y más lento que haya conocido fue el que hicimos de Manzanillo a Guadalajara, preludio de un sinfín de viajes en coches, trenes, aviones y barcos.

“Los trenes, por lo general, eran magníficos y sus tripulaciones muy simpáticas. Aún conservo un cartucho sobre el cual el cocinero de los coches-camas de la línea de Juárez escribió un verso –que leyó en pleno comedor del tren–, pidiéndome un calendario que se había publicado ese año con mi retrato. Decía así:

Aunque soy muy ordinario

y falto de educación

ruego a Conchita Cintrón

que me regale un calendario,

que sobre mi corazón

… guardaré como un relicario.

“Menos mal que lo pasábamos bien, pues la cantidad de horas extra que vivimos en los trenes son incontables. Los horarios eran los de ‘llega cuando llega’. Recuerdo la vez que nuestro coche-cama se paró en el camino a Ciudad Juárez –¡48 horas de viaje!– y al acercarme a la ventana no vi nada que explicara nuestra quietud. Miré por un lado y por otro, hasta que salí por una puerta y pisé el árido desierto. No pude creer en lo que la vista me deparó: ¡el maquinista, el cocinero y varios camareros estaban sentados en la arena jugando a los boliches! Más tarde me explicaron que estaban esperando que la máquina acumulara vapor. Llegamos a Juárez con ocho horas de retraso.

“Creímos que este sería un récord, hasta que una noche, después de los toros en Monterrey, entramos en la estación y vimos que llegaba a su hora exacta el tren procedente de México.

“‘¡Vaya –exclamó Ruy–, el de México llega a su hora!’

“‘No, señor –contestó el conductor–, es el de ayer’.

“Salimos de la estación entre canastos, maletas, gallinas y sombreros.

En la puerta había un coche de caballos, y teniendo una hora para que saliera el pulman a México, subimos al coche para ver Guadalajara.

(Continuará)

(AAB)