Sábado 26 de mayo de 2018, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende una manera de contar el mundo.
John Lee Hooker. Boom Boom. The legend lives on (Factory of Sounds, 2018).
Es un álbum doble con 44 tracks a manera de summa, compendio, enciclopedia, numen.
Como hemos comprobado en Disqueros anteriores, vivimos la era del rescate fonográfico.
Los avances tecnológicos permiten recuperar tesoros conocidos luego de un tratamiento ingenieril que los convierte en nuevos.
El álbum que hoy nos ocupa tiene su razón de ser original en la remasterización de los materiales originales de cada una de las 44 joyas que lo forman, y en la realidad aparecen como un descubrimiento asombroso.
Sabíamos todos que John Lee Hooker (1912-2001) es uno de los padres fundadores de la música contemporánea que hace hervir testosterona. Lo nuevo estriba en la posibilidad de ubicarlo en el contexto: es un William Shakespeare de la música en la medida de su poder de contar historias, esgrimir el arte de las emociones en estado sublime, llevadas al paroxismo.
Venga un ejemplo para comprobar el anterior aserto:
Es el arte de contar historias.
Vemos a un viajero (Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero) parado frente a la puerta de su amante. Es muy noche ya y a lo lejos escuchamos el pitido del tren que se aleja.
Una lluvia lenta cae mientras de los nudillos del viajante resbalan gotas, no sabemos si de lluvia o lágrimas, su ropa como él humedecida.
La elevada dramaturgia de John Lee Hooker nos permite saber los episodios anteriores de esta escena y los posteriores, sin que nos los cuente. Ella se fue, él consiguió encontrarla, luego de indagar pueblo por pueblo, pegado a las vías del ferrocarril.
Está por fin en el umbral de su amada pero ella no le abre (¿aún?) la puerta.Todo transcurre lenta, parsimoniosamente, con la velocidad de la llovizna.
La manera como narra esta historia de amor el maestro Hooker engancha (hook) con el embrujo de la penumbra alumbrada por las cuerdas metálicas de su guitarra y el ronroneo de una escobilla pesada sobre el tambor.
La manera como canta Hooker engancha porque es única, asombrosamente única. Nadie cantará jamás como John Lee Hooker porque él inventó esta manera de dibujar en la pizarra de la mente la locomotora, la maleta de cuero café chorreante, el sombrero raído por la mansa lluvia que cae y el viajero que toca a la puerta y ella que no abre y él dice con todo manierismo:
I’m a stranger, babe
I just got in your town
Don’t drive me from your
door, baby
‘Cause I don’t know nobody
‘round
It’s cold outside, baby
I don’t have no place to go
Take me in, take me in, baby
Let me stay all night with you
I’m a stranger, baby
And I just got off the train
The rain keep fallin’, baby
And my clothes gettin’
mighty wet
El manierismo:
Pronuncia, en prosodia impoluta, bibe
en vez de beibi y dice let me stiú night with you
en lugar de stay all night with you
.
Es como presenciar Macbeth con la Royal Shakespeare Company.
Y junto a estos enunciados, el manierismo de George Gershwin en su ópera Porgy and Bess resulta –me van a odiar por esto– francamente ridículo. Es como el ritual sagrado del venado pero en versión de Amalia Hernández. Plástico y celofán. Impostación.
Las historias que narra John Lee Hooker están llenas de humedad, hollín, tierra en las uñas, costras, lágrimas, muchas.
Y en esas historias todo es real.
En el arte del teatro se llama verosimilitud.
Y en eso John Lee Hooker hizo escuela.
El manierismo que ha logrado Mick Jagger en medio siglo de trabajo proviene de aquí. El líder Stone imita el arte de John Lee Hooker cuando dice bibe
en lugar de beibi; pronuncia wuaman
en vez de woman y completa frases magistrales como la siguiente: “You know what I’m talkin abaum”, en vez de about
.
Ah. Y la guitarra. El arte instrumental de John Lee Hooker también es de academia. De lo que se aprende en la calle, a madrazos. Revisen cómo en este álbum doble que hoy nos ocupa, la manera como el maestro Hooker engancha el guitarreo y pongan enseguida una pieza de los Stones y estarán de acuerdo: aquí aprendió Keith Richards el arte del cuchareo.
Con tan sólo una guitarra acústica, el maestro Hooker provoca tumultos, nos pone a brincar, bailotear, cantar a todo pulmón, con el track 15 del disco uno de este álbum doble: Boogie Chillun (siendo chillum término sagrado en el territorio ritual de la dulce motita): una poderosa maquinaria capaz de cambiarnos la energía, como si nos metiéramos debajo de una regadera donde pende testosterona en vez de hilos de agua.
Testosterona: en el Disquero de la semana pasada confirmamos por vez enésima cómo la madre nutricia que es la cultura blues formó bandas poderosísimas como Led Zeppelin y es precisamente en el disco triple que reseñamos, donde Robert Plant rinde homenaje a John Lee Hooker y cita versos de esta pieza, que apuesto la pondrá a bailar, querida lectora, amable lector. Escuchemos a John Lee Hooker mover al mundo con su Boogie Chillun:
Esa fue la versión original, de 1948.
Y si Heráclito no hubiera nacido en la antigua Grecia, sino en el Delta del Misisipi en los años 40 del siglo XX, hubiera dicho: Uno no se baña dos veces en el mismo blues. Y para que lo confirme usted, bailemos ahora con esta versión alucinógena:
Y ahora veamos bailar al maestro (ah, el autor del Disquero tiene algo qué compartir: conocí en persona a John Lee Hooker, y su energía me mueve todavía y no es para menos: un brujo tan poderoso como él, un chamán, un guía, con tan sólo tocar su mano un instante nos llena de energía para siempre) aquí en escena con tres de sus alumnos: el ya mencionado Keith Richards y otro par de mozalbetes: Ronnie Wood y Eric Clapton y en la bataca Su Eminencia Serenísima Charlie Watts y al final la ceremonia maestro-alumno: uno por uno, ellos se acercan a John Lee Hooker para tocar su mano. Y quedar encantados para siempre.
Y para culminar estos episodios de la Escuela de la Vida John Lee Hooker, va otro link, con trivia: reconocerán a eminentes integrantes de la Familia Blues: Bonnie Raitt, Carlos Santana, Charlie Mussel-white, el eminentísimo Robert Cray y el Gran Maestro Ry Cooder:
Tenemos, en el disco doble que hoy nos emociona, un tratado entero de la vida. Porque el blues no es lo que muchos creen, inventan o distorsionan. El blues es sencillamente la vida puesta en movimiento. El arte de contar historias verdaderas. La ciencia exacta de las emociones. La Meca de los estados del alma. La alegría de vivir, así sea en la adversidad.