a contundente relección del presidente Nicolás Maduro se ha dado con más de 67 por ciento de los votos, proporción superior a la de muchos de sus homólogos en la región y en otras latitudes. Ello corona una secuencia de victorias electorales del chavismo en menos de un año que pone en sus manos mayoría en todas las instancias y casi todos los niveles de cargos electivos, incluyendo las gubernaturas y alcaldías. El enorme mérito de este ciclo triunfante es haberlo conseguido en un país sometido al más inclemente acoso mediático, económico y político de Estados Unidos y la internacional de la derecha.
No más conocerse el resultado electoral del domingo 20 de mayo, Trump decretó el brutal reforzamiento de la guerra económica. Igualmente se informaba el desconocimiento de las elecciones en una declaración conjunta con Estados Unidos de los gobiernos de Argentina, Australia, Canadá, Chile y México en la que amenazaban con aplicar sanciones económicas y financieras más duras a Caracas. Ello confirma la continuidad y profundización de la estrategia yanqui de cambio de régimen a cargo del Comando Sur, aplicada contra la patria de Bolívar desde los primeros años de la presidencia de Hugo Chávez. De un tiempo acá con la creación del Grupo de Lima (GL) al no haber logrado, como se proponían, sanciones contra Venezuela en la OEA. La supeditación del GL a la feroz política antivenezolana de Estados Unidos, podría empujarlo a extender su cooperación a otros ámbitos con el creciente belicismo de Trump.
La negativa de los principales partidos de oposición a presentarse a estos comicios, pese a haber pedido insistentemente su realización y haber acordado en el diálogo de República Dominicana su participación, los coloca al margen del proceso democrático. Su actitud revela que perseverarán en el golpismo y la violencia como único método de lucha. Es en lo que siempre han terminado, dada su incapacidad para ganarle elecciones al chavismo y su congénita tendencia a subordinarse a Washington. En los últimos tiempos, particularmente a los impresentables Marco Rubio y Luis Almagro, por supuesto a Álvaro Uribe, dedicados a la disputa por los cuantiosos fondos estadunidenses para la subversión y por ver quién consigue atribuirse nuevas sanciones gringas contra sus propios compatriotas.
Con más de de 6 millones de votos para su abanderado, el chavismo confirmó su alta conciencia política, disciplina, espíritu de lucha y capacidad de movilización. En este caso, en medio de las cotidianas penurias que la guerra económica le impone a la población, ahora convertida en implacable bloqueo. Ello, unido a la corrupción entronizada por los especuladores, que toca a segmentos del aparato gubernamental, y al burocratismo y la negligencia imperantes en muchos estratos de la burocracia desde los tiempos de la Cuarta República.
Abocarse a la solución de los más apremiantes problemas económicos como la descontrolada inflación, el jineteo con el tipo de cambio y el descontrol sobre las redes de producción y distribución de alimentos, es esencial para consolidar y profundizar esta victoria política. Visto lo tupido del bloqueo yanqui, parecería muy conveniente una ampliación del respaldo que Rusia y China siempre han dado a la revolución bolivariana, como se ha ratificado en el inmediato y diáfano reconocimiento del resultado electoral por ambas potencias, que vino unido al de Cuba, Bolivia, El Salvador, Irán y varios estados del Caribe.
La defensa de la revolución ante los planes intervencionistas de Estados Unidos exige aumentar la preparación militar del pueblo y fortalecer los mecanismos de seguridad del Estado. La embajada de Estados Unidos ha sido un centro de conspiración contra el orden constitucional en Venezuela por casi dos décadas. Por eso, no ha de extrañar la expulsión ordenada por el presidente Maduro del encargado de negocios Todd Robinson y del jefe de la oficina política de esa sede diplomática. La ausencia de ambos funcionarios será resentida por Washington, dado el importante papel que han venido desempeñando en la coordinación y dirección de las actividades de la oposición, como se percibió en el recién concluido proceso electoral.
Maduro, como líder capaz y consolidado de la revolución y la abnegada y combativa militancia chavista merecen un cálido reconocimiento por su victoria. Ha sido un gran estímulo para la lucha de los pueblos de nuestra América por la independencia, la democracia y la justicia social.
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